La tela que creó el siglo XX

El creador vislumbró la avanzada mirando por su ventana a la noche estrellada, y no tenía clavos en la pared. La idea estaba sobre el amarillo del muro en esa calle. En esa vía, la tapia sostenía el cambio. El cambio de idea ya estaba en la tela. Se pasaba de la oscuridad y la luz, de lo claroscuro, del poderoso blanco oscuro del renacimiento que se desvanecía ante el color rebelde. Se esfumaba como lo había hecho el zurdo irrepetible en sus madonnas que sonríen y que están serias. Es por eso que desde allí la pared de la terraza hablaba sobre la noche que alumbraba el sombrero con velas de su autor. Una noche que era muy nueva y luminosa. Era el cálido y el frío diciendo: -Hola, al prenatal siglo XX. Era una idea preconcebida. La pared donde estaría el clavo no tenía mancha, pero era amarilla, anaranjada y roja. Estaba cálidamente presentada. El frío es la oscuridad que también alumbraban las velas del artífice ahí en la calle. No hacía falta ningún clavo para sostener lo visual de la obra. Esa obra que sería imitada también con las partes de la realidad que juntaba el malagueño. Eso ocurría después de sus palabras rosas y palabras azules. La tela era todo lo que la conciencia de un artista podía contener. Los clavos estuvieron siempre guardados en aquellos últimos días del verano, y era Vincent todavía con dos orejas.