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23 Llueve en la ciudad

Con el verano llegaron las intensas lluvias, casi diluvianas, que en la ciudad formaban ríos de automóviles y encharcamientos que dificultaban el tránsito. Padre miraba resignado las hileras de coches parados frente a él y cuando avanzaban era a un ritmo muy lento, el aguacero imponía sus condiciones. Volteaba hacia un lado y hacia otro, veía su reloj y se revolvía en su asiento, los congestionamientos vehiculares se habían vuelto comunes por la tarde-noche cuando retornaba del trabajo. Encerrado en su camioneta recordó una escena similar, aquella vez cuando regresaba de una reunión familiar con su Mujer y su Hijo, pero en esta ocasión venía solo, se acompañaba con las noticias del día, a veces preferible sería no escucharlas, esta vez las noticias marcan algo memorable, en 2013, después de más de 400 años un papa dimite. La noticia despierta un recuerdo de su niñez, cuando su padre le contó que pudo haber sido sacerdote, cual diferente habría sido el destino. Apagó el radio y pensó en su Padre, en su Madre, en su Mujer, en su Hijo y en él.

Después de dos horas de haber salido de su oficina, llegó al fraccionamiento donde vive pero se encontró que no había luz en una extensa área. Al entrar a su casa, Madre e Hijo lo saludaron, y sus dos perras también, como estaban sin luz, porque un rayo había caído sobre una subestación eléctrica y llevaban horas reparando el desperfecto, se pusieron a platicar en la sala. No había energía, no se podía encender la televisión, las laptop estaban descargadas y no había internet. Decidieron conversar y olvidarse de sus celulares, aunque parezca mentira, pues hacía mucho tiempo que no charlaban.

Padre se incorporó a la plática, mientras Madre se ofreció a prepararles algo de cenar. Curiosamente su Hijo traía en la mano la navaja que fue de su abuelo, recordó algunas escenas de su Padre y de él en su casa en la montaña. Comenzó a narrarle a su Hijo que su abuelo hubiera sido sacerdote pero la revolución lo salvó. El jovencito abrió los ojos al escuchar la historia y se puso muy atento, en ese momento, Madre les llamó a la cocina para cenar. Sentados los tres a la mesa recordaron anécdotas, bromearon, y Padre rememoró cuando su Padre, después de la merienda, le contaba sus vivencias. Platicaron hasta tarde. Se dieron las buenas noches y se retiraron a dormir.

A la siguiente noche, en un nuevo congestionamiento automovilístico, Padre repasaba en el asiento de su camioneta cada momento, cada tema abordado en la plática, la unión familiar y la calidez que despertó en ellos la ausencia de energía eléctrica. Conversaron porque no había elementos distractores y se sintieron más cercanos entre ellos. Pensó en proponerles que de vez en cuando se reunieran por las noches a charlar, a recordar juntos, en una especie de nirvana para sacudirlos de la monotonía y el estrés del día, del mutismo familiar, para mantenerlos más enlazados y les permitiera conectarse entre sí como electrones. Como cuando era niño, en su casa en lo alto de la montaña, y se sentaban a la mesa por las noches como un solo ser Padre, Madre e Hijo.

Padre miró la noche y sonrió.

Texto agregado el 03-09-2019, y leído por 85 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
17-01-2020 Excelente y tan actual!!! Ya no hay reuniones familiares, ni juegos de mesa, sólo celulares que cada uno lleva para estar lo más distante posible, es demasiado triste y como bien dices de vez en cuando deberíamos tener un largo apagón, saludos. ome
11-09-2019 Omar, me llama la atención haber leído tan poco de tus letras. Están muy buenas!!! MujerDiosa
04-09-2019 Un inusual relato en donde el pensamiento existencial no está exento. Un abrazo, sheisan
 
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