Mariana fue a la tarotista, para que le revelase, el por motivo por el cual había dejado a Santiago, solo y desesperado, ya que ella sí que quería formar una familia, como ¿todas?
La tarotista extendió sus cartas en la mesa redonda:
_ ¡Ah! tu suegra es una cuna de las viejas decrépitas, dijo abreva en sabiduría, pero es realmente nefasta, para las nueras.
Mariana que había dejado a Santiago, y había comprado un boleto para Italia, y le había dicho que cuando se le terminase el dinero regresaría, no la tomó en cuenta.
Pero Santiago, ni lerdo ni perezoso, consulto a la sacerdotisa, astrologa, tarotista, para que en sus cartas le revelara también a él por qué del abandonó de Mariana.
Conozco a pocas astrologas, solo a Achira y a Ludovica Squirru de Argentina, y son de lo mas graciosos , histriónicas y veraces.
En las mentes febriles de las enamoradas, todo ocurre por obra y gracia de los demás, uno no pone su granito de arena, ni proyecta sus más viles deseos, ni comparaciones, ni se hace cargo ni admite sus falencias.
Así que el día del encuentro familiar que tuvo lugar en la casa de “El Palomar”, todo resultó un verdadero aquelarre, ruido, confusión y desorden.
Mirta, la madre de Santiago, suegra de Mariana había preparado un manjar para todos los comensales paella a la valenciana, con sus salsas y sus jugos, vino tinto había como para regar al viñedo mismo, y a toda la cava de vinos.
Allá llegaron los otros hijos del matrimonio constituido por Lucia y Ezequiel, el hijo mayor de Mirta.
Lucia que había bebido más de la cuenta, y a merced de los langostinos, que deglutía tenía que volver a beber para saciar esa sed de mar, así que entre copa y copa se sucedieron los comentarios acerca de las astrólogas, o constituidoras de cartas natales.
Cuestión que todos habían ido a la misma.
Y Lucia dijo:
_Sí, mi suegra es lóbrega, como ella no hay, es inigualable, y nadie podrá jamás emularla (no con esas palabras) porque estaba ebria en forma fatal.
Emitido ese comentario, así como, en estas palabras:
_Mi suegra es un asco.
Al darse cuenta que ese comentario había salido de su boca, se fue a dormir arriba, a una de las vacías habitaciones de la mansión.
Cuando la despertó su marido le dijo:
_Lucia, es hora de irnos a casa.
Dejaste a todos ensimismados, en sus propios aquelarres.