2 Poemas
Ida y regreso por rieles y vientos patágónicos
Rieles
Amigos de antaño, pequeños ilusos,
en mi viaje de tiempo los revivo y los recuerdo.
como bandada de purretes y hermanos del viento,
entre flores de cardo y espinas de calafate.
Trepando fardos de lana, soñando horizontes,
jugando en los patios de la estación,
recuerdo que un día con calor de enero
ayudando a ovejeros a embarcar animales,
nacieron las ansias de querer viajar
y con cien remolinos de polvo en el aire
agitando un pañuelo y un beso a María,
como las ovejas, en tren, me fui por los rieles,
a beber distancias y andar esperanzas,
a sembrar letras e hilar palabras
para que los años las pongan en versos.
Los tiempos pasaron, los trenes se fueron.
Transpiré caminos, derramé semillas.
La herrumbre implacable corroyó el acero.
Caminé las sendas que anduvo Neruda.
La nieve y la escarcha degradaron durmientes.
Coseché amor y amistad, prolongué mi apellido.
Pagué con cariño, amargura y olvido también...
Mientras extinguía mi fuego con cuerpos candentes...
andenes y estaciones se los llevaba el viento...
y la sierpe de acero agonizaba en las pampas...
Amigos de antaño, románticos viejos
de cerviz doblada desafiando al viento,
después de beber el zumo de todas las vides
y libar el néctar de muchas Marías
busco en la maraña de rutas del mundo
la vía de hierro que, al pago, me lleve otra vez.
Con mi valija repleta de puros poemas, y
las manos abiertas, gastadas, vacías,
por la misma senda brillante de acero,
un día, cualquiera, a mi pueblo quiero volver.
Y con calor de enero o lluvia de abril,
en un andén remozado, abrazar a René,
al otro Vicente, al Caco, a la Lyla, y al turco Chaín.
También en un patio de la vieja estación,
festejar degustando asado de cordero al palo,
bebiendo ese vino con sabor a bota de cuero
y que estén con nosotros los niños de hoy,
agitando pañuelos, saludando la vuelta del tren.
Regreso
Pueblo perdido en mis entrañas,
hoy quiero revivirte en mi memoria,
quiero extraerte del lastre de los tiempos
y acercarte a mi crepúsculo otoñal.
Quiero recrear tus calles soñolientas,
ver los álamos encorvados por el viento,
escuchar el tañido del bronce campanil
y la risa inocente, alegre y cristalina,
de Rebeca y Matilde jugando con Beatriz.
Quiero enmarcar con huellas de los años
todos los rostros, hermosos, de mi gente;
los viejos que aun transitan sus veredas
y también los de aquellos que no están.
También quiero atrapar en mis recuerdos
lo momentos tristes y alegres, de niñez,
y de púber inocente, mi platónico, primer amor.
Sé que mi pueblo, y su nombre allí están;
crece, vive y late a la vera del camino.
Y aunque no eres mi pueblo, mi querido pueblo,
el de calles pedregosas que de niño recorrí,
pido que escuches un momento, a este hombre:
marinero, poeta, vagabundo y soñador,
que con voz gastada en inútiles discursos;
sienes escarchadas por todos los inviernos;
los pies cansados, hinchados de caminos;
espalda doblada por el peso del libro de los años;
con los ojos marchitos, ahítos de paisajes;
el espíritu abatido, colmado de truncas esperanzas,
y el corazón hecho trizas repartido en mil amores,
hoy vuelve a ti a reclamar el espacio que dejo,
cuando lleno de ilusiones, tras el brillo se alejó.
Hoy sus músculos abatidos, solo quieren descansar,
cubiertos por el polvo de los huesos de sus padres,
y así después de años, lugares, amores y distancias,
encontrar y al fin llegar, al comienzo de su andar.
Ambos poemas incluidos en libro: Páginas al viento
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