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Inicio / Cuenteros Locales / miguelmarchan / Pijamada capitulo 1 parte 2

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- ¿Qué le pasó a tu cabello?- preguntó su padre con una voz robótica. Su sonrisa también tenía ese estado.
- Me voy, hablamos luego.- Jessica no quería hablar de su cabello. Le daba vergüenza.
- ¿Adónde vas?- su padre se acordó que era la máxima autoridad de la familia.
- A casa de… ¿Qué es eso?
El arma apuntaba a Jessica en la cabeza. Su madre la sostenía.
- Mamá baja esa pistola.- dijo Jessica con la boca reseca.
- Lo siento cariño. Es por tu propio bien.
Su madre disparó. En lugar de una bala salió un dardo. Este pasó por la oreja derecha de Jessica y siguió su camino hasta darle a una foto suya. Una foto en la que ella estaba con sus padres en unas vacaciones por Machu Picchu. El dardo se clavó en su rostro.
No se esperaba eso. En la mañana la despidieron dándole un beso en la mejilla cada uno (cosa que Jessica odiaba). En la tarde tuvieron una pequeña discusión y en la noche le disparaban.
¿Le disparaban por esa discusión?
Si no es por eso. Entonces, ¿Por qué?
La expresión de terror de Jessica se quedó grabada en los rostros de sus padres. Escrito con tinta indeleble tenían la expresión “monstruos” bien puesta en la cara.
- Jessica nosotros…
Jessica se alejó de ellos dándoles un gran empujón. Bajó por las escaleras hasta llegar a la puerta. Escuchó los pasos de sus padres bajar por las escaleras. Otro dardo. No le dieron a Jessica, sino a una foto suya. Esta vez en una foto circular de Jessica a los 12 años con su uniforme escolar.
- Rosario si vas a seguir disparando al menos dale.- gritó Jonathan.
Jessica se fue sin cerrar la puerta. La puerta la retenía. No tuvo tiempo de buscar sus llaves, mucho menos de abrir esa puerta. Sin pensarlo dos veces saltó. Su plan era escalar las rejas como si de una ladrona se tratase. Pero el plan le salió bien, demasiado bien. Saltó hasta pasar la reja y aterrizó de pie en el otro lado.
- Eso fue extraño.- fue lo primero que pasó por la cabeza de Jessica.
No tuvo tiempo de pensar en rarezas. Siguió corriendo. El matrimonio Arrieta salió de la casa. Ambos preocupados. Rosario señaló al cielo. La noche había llegado.
Cuando la noche llega; llega la luna.
Cuando la luna llega; llega la transformación.
Cuando la transformación llega; llega la muerte.
Muertos que se pueden contar por docenas.
- Hay que traerla Jonathan.
- Antes de que se transforme
- Pero sí salimos nos transformaremos. Necesitamos la caja fuerte para pasar la noche.
Jonathan le mostró una expresión llena de confianza como si le estuviera diciendo: “No, no tendremos que hacer eso cariño. Tengo un plan”.
- Sígueme. Tengo una sorpresa especial para ti.
Los dos bajaron al sótano. Era como cualquier otro sótano lleno de cajas, cuyo contenido vale poco o nada pero que tiene mucho valor sentimental. Lo que lo diferenciaba de otros sótanos era la puerta de seguridad, era parecida a la de un banco.
Jonathan marcó una clave de nueve cifras. La sabía de memoria. Se la aprendió con la ayuda de una canción que el mismo compuso. Dentro de la caja fuerte habían tres bolsas de dormir, algunos libro apilados, latas de comida y botellas de agua. Los Arrieta pasaban las noches de luna llena dentro de esa caja fuerte y su hija no sabía de su existencia. Siempre le ponían somníferos en el refresco para dormirla. Querían que esto fuera un secreto.
Salvo por esa vez que se olvidaron de planificarlo.
- Las armas fueron una pésima idea. ¿En que estaba pensando? Debimos usar los somníferos como siempre.
- Se nos acabaron. Ahora pensará que somos unos locos asesinos.
- Que piense lo que quiera. Lo importante es traerla a casa, a salvo.
- ¿Y la sorpresa?
Jonathan arrastró una caja y entre los dos la abrieron. Había tres trajes aislantes de químicos especializado en material radiactivo.
- Con estos trajes nos vamos a olvidar de la caja fuerte.
- Pero me gusta la caja fuerte.
- Si, a mi también. Pero nos puede servir para salir y traer a nuestra hija de vuelta.
Se pusieron los trajes amarillos, que les cubrieron todo el cuerpo. Estaban listos para revisar el reactor nuclear y rescatar a Jessica de las garras de la luna llena. Caminaron hasta el auto. Rosario estaba avergonzada. Varias de sus amigas Vivian cerca ¿Qué pensarían si la vieran vestida así? ¿Por qué no tuvo que pasar esto en Halloween? Al menos ahí podía decir que se había disfrazado para la ocasión.
- ¿No pudiste haber comprado algo más discreto?
- Por favor Rosario.- dijo Jonathan-. Estos trajes me costaron 500 soles cada uno.
Los dos subieron al auto. Antes de encender el motor Jonathan le preguntó a su esposa:
- ¿Tienes alguna idea de donde pudo haber ido?
- Antes de darle un tiros dijo que se iba a casa de… y se fue.
- ¿A casa de quién?
- Una vez me contó, de mala gana, que tenía una amiga llamada Carlota, o algo así.
- No, no se llamaba Carlota.- las voces del matrimonio Arrieta sonaban con un leve eco tras la máscara- se llamaba Charlotte- chasqueó los dedos- ¡Eso es! Se llamaba Charlotte.
El matrimonio estaba contento de haber recibido su primera pista.
- ¿Y dónde vive esa tal Carlota, digo Charlotte?- le preguntó Rosario.
Era una pregunta de un millón de dólares. Había una respuesta pero ellos no la tenían. El matrimonio Arrieta dijo al mismo tiempo:
- Mierda.

Texto agregado el 24-08-2019, y leído por 80 visitantes. (0 votos)


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