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El problema no era el gato negro, pues no tenía la culpa de la mala suerte de Orestes, sin embargo, mató al gato, lo mató de la peor manera, le pegó dos balazos en la cabeza, ya se pueden imaginar como quedó el pobre gato. Para desgracia el gato seguía apareciéndose en los sueños de Orestes, o mejor en sus pesadillas. El gato es un animal fabuloso, un animal que fue muy venerado por los egipcios, le atribuían ciertos poderes, eso no lo sabía orestes, de haberlo sabido, no lo habría matado.

Michín, no tenía la culpa que las mujeres lo abandonaran al poco tiempo de haberlas conocido, todas las desgracias y mala suerte se las atribuía al pobre gato, que no pasaba de ser un tierno felino, que a nadie le hacía daño. Hubiese sido mejor que orestes, no lo hubiera matado, preferible matar a un ser humano, pues hay muchos que no merecen vivir, la vida de un gato en muchos casos vale más. Pero no, se vino a ensañar con el pobre gato, pero para vengarse el gato seguía apareciendose en sus pesadillas, que cada noche eran más macabras, porque el gato le arrancaba los ojos, en las pesadillas se veía con los ojos vaciados, nadie lo mandó a matar al felino. Al despertar se llenaba de miedo, de inmediato se iba para la iglesia por agua bendita, pero ni el agua bendita servía para alejar al gato de sus pesadillas, entre más agua bendita echaba sobre la alcoba, sobre su cama, el gato con más insistencia se aprecía, estaba todo claro, el felino, no lo iba a dejar en paz, mientras tenga vida.

Los días siguieron pasando y Orestes estaba a punto de enloquecer porque michin, no lo dejaba de atormentar. En una de tantas pesadillas vio como el gato le devoraba los testiculos, se decía asi mismo, "si antes ninguna mujer se me acercaba, ahora menos que me faltan las huevas, todo por culpa de este montón de pelos, cuándo será que me va a dejar en paz de una buena vez.

Apenas se despertó de esa pesadilla se levantó rápido, enseguida se baño, luego preparó café, lo tomó sorbito a sorbito, después de haberlo tomado, salió a la carrera, qué para dónde iba, no se sabía. Se dirigió a la esquina y ahí tomó un bus que lo llevó a Navarro, el recorrido duró como hora y media, pues el relleno sanitario queda muy lejos de donde él vivía. Apenas llegó al basurero empezó a cavar en al tierra, en el único lugar que no había basura, después de tanto cavar y cavar, sacó del hueco una bolsa negra, abrió la bolsa y de ella sacó un gato negro muerto que olía a los mil demonios, luego tiró l gato sobre el piso, de su mochila sacó una botella de gasolina, humedeció el cuerpo del gato y le prendió fuego. Orestes se reía a carcajadas, parecía que estuviera poseído, no se sabé de quién, sus ojos tenían un brillo maléfico, después que el gato fue devorado por las llamas regresó a su casa.

Orestes creyó que por haber quemado al gato iba a dejar de molestarlo, pero nada, pues esa misma noche el gato no lo dejó dormir, sintió ruído por toda la casa, Orestes creyó que era el pinche gato que había vuelto otra vez, sólo ahí se dio cuenta, que a los gatos no se debe matar, porque a quien los mata, los atormentarán toda la vida. Esa noche no pudo dormir ni un minuto, pues una pareja de gatos hicieron el amor y él creyó que era michín quien había vuelto del más allá a joderle la vida, "ese puta gato se esta vengando" dijo en voz alta. Desde ese momento tuvo que dormir durante el día, ya que en la noche era imposible, de alguna manera tenía que recobrar el sueño que había perdido por el intenso ruido en el tejado de su casa.

Desde ese momento no pudo dormir más en la noche, sino en el día. El sueño nocturno se le había espantado y de eso culpaba al gato. Orestes estaba dispuesto a pagar lo que fuera para recobrar el sueño de la noche, para tal efecto fue donde un santero, quien le dijo que el asunto era muy grave, que él sabía mucho de eso y que su casi era muy complejo, pero no imposible de ser solucionado. Además le dijo que le quitaría para siempre al maldito gato. Luego acordaron la forma de pago y cuándo lo iban a realizar.

Orestes aceptó todo lo que propuso el santero, el pago era muy costoso, ya que los santeros no dan puntada sin dedal, pero eso no importaba, el hecho era salir cuanto antes de aquel gato. El santero citó a Orestes, el martes por la noche, ya era sábado, tres días pasan rápido, muy pronto del gato, no quedará ni el pelo, eso le dijo el santero.

Orestes se despidió del santero, no sin antes dejarle un adelanto de dinero para asegurar de una vez por todas la cita. El domingo empezó a leer historias extraordinarias de Edgar Alan Poe, todo iba bien, pero cuando llegó al cuento el gato negro, se le pusieron los pelos de punta, al cabo de un par de horas logró tranquilizarse porque el martes del gato no quedará ni el recuerdo.

Llegó el martes y llegó puntual donde el santero, habían acordado a las veinte horas y llegó faltando cinco minutos para las veinte. Pronto empezaron el ritual, el santero pronunció unas palabras que Orestes no entendió. Enseguida trajo un gato negro de otra alcoba, luego lo degolló, recogió la sangre del felino en un recipiente de color amarillo. Orestes tuvo que beberla, al comienzo se mostró reacio, pero terminó bebiéndola, era la primera vez que bebía sangre de gato. No le pareció tan desagradable y pidió otro poco, el santero le dijo que no, esa era la dosis justa y no había porque exagerar la cantidad, que no se trataba de beber sangre por beber, que hasta los vampiros tienen sus límites. Después lo hizo acostarse, en un sofá de color negro, lo azotó con un poco de ramas, primero el pecho, luego la espalda y para finalizar la frente, volvió a pronunciar unas palabras que Orestes no volvió a entender, así terminó el ritual.

Orestes se despidió del santero, salió a la calle, agarró un taxi y se fue feliz para su casa. El recorrido fue rápido, ya iba a ser casi al media noche cuando llegó a su casa, pagó el servicio, se despidió del taxista, entró a su casa, no se bañó como le había indicado el santero, después se acostó y durmió como un bebé.

De ahí en adelante todo fue calma, conciliaba el sueño sin ninguna dificultad, a los tres minutos de acostarse ya estaba dormido. Orestes volvió tener sueños hermosos, volvió a tomarse confianza con las mujeres, había una que se sentía atraída hacia él y lo iba a visitar por las tardes. Un día que caminaba por los lados de Aranjuez, un perro pastor alemán se fue tras de él, el perro siguió a Orestes hasta la casa que estaba ubicada en la alameda, ante tal circunstancia, no le quedó más remedio que adoptar al perro que parecía estar buscando amo, que mejor para Orestes que tener un perro en casa.

El perro, no era un perro cualquiera, se veía bien cuidado, estaba perfumado y no comía cualquier cosa, le gustaba la mejor carne y el mejor concentrado para perros, además no miraba a cualquier perra, solo cortejaba a las de mejor raza, a las perras de calle, no las regresaba ni a mirar, era un perro de gran pedegree. Este perro vino a alegrar la vida de Orestes, todas las mañanas lo sacaba a pasear, le compró un collar muy fino y buena ropa para perros, cada mes lo llevaba donde el veterinario, cada mes también le hacian profilaxis y cada tres meses lo llevaba a cortarle el pelo.

Hasta ese momento todo era color de rosa, pero de repente, el maldito gato volvió aparecer, los bellos sueños de Orestes se transformaron de nuevo en terribles pesadillas. Orestes desesperado volvió donde el santero, pero el santero había muerto, lo habían degollado, los ladrones entraron a su casa usando llaves maestras, como no se dejo robar lo mataron sin contemplaciones. Ante aquella circunstancia fue donde un brujo muy famoso en la ciudad, quien le dijo de nuevo, que estaba poseído, además que ese espíritu era muy difícil de exorcisar, que él no se iba a arriesgar en cosas así, pues el espíritu puede entrar a su cuerpo.

A Orestes le dio más miedo , a duras penas pudo tranqulizarse cuando iba de regreso a su casa, le daba la impresión que todos lo miraban como si fuera un bicho raro, después de caminar por espacio de media hora llegó a su casa, hasta su perro lo desconoció, perro se puso nervioso, como si hubiera detectado la presencia de un espíritu maligno, rápido se fue para el patio y entró a la casita de madera que su nuevo amo le había comprado, luego ladró de una manera extraña, parecía estar llorando.

Llegó la noche y con la noche muchos gatos negros al tejado de la casa de Orestes, quien estaba a punto de enloquecer, en medio de la confusión creyó que el perro era el culpable de todo, sin pensarlo dos veces sacó la pistola de un armario y se fue con decisión a cobrar venganza, tal como lo había hecho con el gato, pero el perro no estaba en la casita de madera, lo buscó por toda la casa y cuando iba a salir a buscarlo a la calle, el perro saltó sobre Orestes, con sus dientes le arrancó un pedazo de garganta, un chorro de sangre caliente tiñó el piso, el perro bebió de esa sangre y con una agilidad de gato, se subió al tejado, donde estaban más de veinte gatos negros dando un concierto de miauuuuuuus.

AUTOR: PEDRO MORENO MORA
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Texto agregado el 23-08-2019, y leído por 163 visitantes. (8 votos)


Lectores Opinan
24-08-2019 Me convenciste, no tendré nunca gatos en casa, y menos que menos negros. ¡¡¡DISFRUTÉ EL RELATO!!! Shalom amigazo Abunayelma
24-08-2019 Me gustó. No pude detener la lectura. Mis 5* Magarosa
23-08-2019 Muy interesante Pedro!!! Me gustó mucho. MujerDiosa
23-08-2019 Osea el gato poseyó perro es lo que yo entendí al final,igual estuvo bien narrado me mantuvo en vilo gracias MOONLIGHT_GRAVE
 
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