TU COMUNIDAD DE CUENTOS EN INTERNET
Noticias Foro Mesa Azul

Inicio / Cuenteros Locales / casanova / El conejo Puus (para niños)

[C:59727]

EL CONEJO PUUS
Por arturo casanova
Septiembre del 2004

En un rincón lejano del mundo, donde todo era tranquilidad y felicidad había un valle. El valle era enorme, pastos y flores inundaban aquel lugar; las plantas crecían felices y los animales que en él habitaban disfrutaban vivir en paz con la naturaleza. El cielo era de un color azul muy agradable a la vista de todos los seres que allí vivían.

En este valle el invierno nunca llegaba, era un lugar tan especial que la primavera dejaba sus alegres manos y cantos la mayoría del año. Cuando llegaba el otoño y las hojas comenzaban a caer, era hora de esperar al invierno, pero este nunca llegaba porque la primavera adelantando el paso obtenía el permiso del invierno para alegrar a los habitantes de ese lugar.

En este valle de primavera vivía un conejo llamado Puus, un conejo grande, de ojos enormes y finos bigotes que se movían con su nariz al oler las cosas que lo rodeaban. Este conejo era sabio y viejo, el ser mas viejo de todo el valle, y también era tranquilo y debido a esto que todos los demás animales que vivían cerca iban a pedirle consejos cuando los necesitaban.

Este conejo era feliz, pero no acostumbraba a ir a las fiestas de los otros animales porque prefería la tranquilidad de su hogar donde tenía su chimenea y le gustaba sentarse a leer un buen libro o escribir historias. Estas historias las escribía siempre para él, y los únicos que las podían leer o escuchar eran dos amigos cercanos que lo visitaban más de lo que a él le hubiera gustado.

Aún así, el conejo disfrutaba de la compañía de estos dos animales, porque creía que no era bueno estar solo todo el tiempo y aceptándolos en su casa platicaban largo tiempo contando historias y anécdotas de otras regiones del valle.

Estos dos animales eran Jhaz, la paloma, y Mori, el zorro. A ellos los veía varias veces por semana, a pesar de que eran jóvenes disfrutaba de los momentos que pasaba con ellos. Las historias fascinaban de sobremanera a sus compañeros, y después de un tiempo descubrieron cosas ciertas en las narraciones de su viejo compañero, cosas de tierras lejanas pero que habían escuchado nombrar a otros de los habitantes del valle.

Lo cierto es que Puus contaba historias que tenían hechos o lugares reales. Puus era viejo y sabía muchas y no creía que mezclándolas con la fantasía los jóvenes pudiesen reconocer algo real en ellas.

A veces hacía énfasis en la ubicación del valle, lo cual a muchos o a casi todos los habitantes del valle no les interesaba y desconocían. Ellos eran felices y gozaban de lo hermoso de la vida.

Ahora, Jhaz era curiosa, la más curiosa de los tres compañeros y debido a su facilidad de volar, la más aventurera. Había días que llegaba con una cantidad enorme de preguntas que le hacía a Puus acerca de los límites que ella ya no se atrevía a cruzar, a pesar de que estaba ya lejos de lo que cualquier animal que no volara se atreviera a estar.

Al tiempo que crecía, Jhaz fue adquiriendo más valor, no dejaba de frecuentar a sus compañeros que seguían reuniéndose para conversar. Un día les informo a los dos que se proponía hacer un viaje con el que tanto había soñado y ahora que se sentía en la plenitud de la vida se sentía con el ánimo de hacerlo. Al norte miró y al norte se fue a pesar de que sus compañeros trataron de convencerla de que se quedara en el valle y no intentara algo que no sabía como iba a terminar. Ella se fue y no regresó en mucho tiempo.

Cuando regresó, regresó enferma. Puus y Mori fueron a verla inmediatamente a su lugar de descanso. Jhaz no estaba bien, se veía azul y parecía que no podía mover mucho su cuerpo. No vivió mucho tiempo y solo logró decirle a sus compañeros que era feliz, que a pesar de que se sentía cansada y agotada era feliz ahora porque nunca había sentido tanta paz en un lugar como al que fue, tanta tranquilidad, aún más que en el valle. Les dijo que los blancos brotaban del cielo, que caían lentamente y no morían, si no que se amontonaban unos encima de otros, esos blancos.

Puus se sintió muy mal, se había encariñado mucho con Jhaz y sentía un poco de desdicha al saber que algo bello y hermoso estaba allí afuera, algo que la paloma había visto, algo que la había hecho feliz solo con verlo. Se preguntaba que podría ser más bello que el valle pero no conseguía una respuesta, allí tenían todo, comida, casa, la belleza del paisaje.

A Puus le dio mucha curiosidad por ver lo que Jhaz había visto, lo que tanto la había hecho feliz, el cielo caía había dicho ella, tal vez, tal vez ella también bajaría con él y podrían estar de nuevo juntos.

Despidiéndose de Mori, marchó al norte con un equipaje no muy pesado. Mucho tiempo caminó cuando apareció el frío, no conocía esa sensación, en el valle nunca hacía frío. Sintió alguna especie de dolor, pero siguió adelante, quería ver a Jhaz.

Un día se dio cuenta de que sus bigotes se habían puesto duros y cristalinos, sus pies le dolían más, y respirar se le hacía cada vez más difícil. Y no encontraba nada; el cielo era banco, pero sabía de alguna manera que eso no era a lo que Jhaz se refería, y él seguía su paso.

Al fin, las fuerzas se le agotaron, hacía tiempo que las plantas ya no crecían en ese lugar, no podía caminar ni respirar, su piel y su pelo estaba tiesos. Se detuvo en un paraje solitario, su vista ya no respondía igual y sus orejas no escuchaban más. Estaba desesperado, tratando de gritar el nombre de su amiga, buscándola por los aires con las pocas fuerzas que le quedaban.

Después cayó y en el suelo helado comenzó a dormirse, a tener sueño. Ya no sentía su cuerpo, y en su mente estaba la duda constante de lo que su amiga había visto, ¿habría caminado en la dirección equivocada?. Los ojos a estaban rodeados de escarcha de hielo, tenía la vista perdida, y cuando estuvo a punto de rendirse lo vio.

Empezó a ver el algodón, el primer copo de nieve cayó frente a sus congelados ojos y aún paralizados, congelados, lograron soltar una lágrima caliente que rodó hasta tocar su nariz, se convirtió en otro copo de algodón y cayó al suelo.

No pudo sonreír, pero estaba alegre, había comprendido lo que su amiga había querido decir, había visto el algodón y el blanco. Así, Puus cayó en el sueño y se quedó acostado por siempre. El invierno que llegó después a esa zona fue el peor en muchos años y cubrió a Puus de algodón, lo cubrió de hielo un poco después y lo cuidó por siempre.

Texto agregado el 29-09-2004, y leído por 1523 visitantes. (7 votos)


Lectores Opinan
09-10-2004 es bueno que los niños entiendan que no todo es color de rosas para que aprendan que en la vida hay obstaculos que de a poco se aprenden a superar muy bueno te felicito omarcasi
09-10-2004 Me parece un bonito cuento, aunque sea triste, porque los cuentos han sido tradicionalmente una forma de enseñar a los niños todo tipo de cosas, incluso la muerte...me gustó yoria
07-10-2004 Bueno, me pareció un cuento muy lindo, aunque triste, se lo contaré a mi hijo...(si llego a tener uno), cuando tenga la edad suficiente para entenderlo sin que le aturda...lindo!!! sevica
07-10-2004 Bueno, me pareció un cuento muy lindo, aunque triste, se lo contaré a mi hijo...(si llego a tener uno), cuando tenga la edad suficiente para entenderlo sin que le aturda...lindo!!! sevica
07-10-2004 Bueno, me pareció un cuento muy lindo, aunque triste, se lo contaré a mi hijo...(si llego a tener uno), cuando tenga la edad suficiente para entenderlo sin que le aturda...lindo!!! sevica
Ver todos los comentarios...
 
Para escribir comentarios debes ingresar a la Comunidad: Login


[ Privacidad | Términos y Condiciones | Reglamento | Contacto | Equipo | Preguntas Frecuentes | Haz tu aporte! ]