Jorge y José, jamás llegaron a imaginar que la vida los iba a poner frente a frente. Cada uno tenía su credo, cada uno su ideología, en asuntos de política eran opuestos. Los dos se fueron al monte cuando tenían dieciocho y ya tienen treinta años. Los dos habían vivido las vicisitudes de la guerra, los dos habían matado y habían visto morir a hombres indefensos, los dos habían masacrado a sus enemigos, pero que la vida en una de tantos capítulos, los haya puesto frente a frente, era cosa de no creer, pero los puso y de qué manera.
Los dos se miraron a los ojos, en los ojos de Jorge y José, había odio, odio que se acrecentó a la hora de mirarse. Los dos se miraron de arriba abajo, para si mismos se dijeron, "si la vida no te ha dado muerte hasta ahora, yo si te voy a matar". Solo se escuchó el ruido del viento al estrellarse con las hojas de los árboles, algunas hojas cayeron al suelo, hojas amarillentas que luego se llevara el viento, también se escuchó el canto de algunos pájaros que revoloteaban en aquel instante.
Los dos siguieron en silencio, cada uno tenía el dedo en el gatillo, en el monte y en la guerra todos tenían la ametralladora lista para disparar al que fuera, muchas veces terminaban disparándole a algunos animales que con sus movimientos los ponían nerviosos, otras veces se disparaban hasta entre ellos mismos, es tan tensa la situación que se vive en la guerra que se puede matar hasta el mismo hermano, solo por físico miedo a ser muerto antes.
El destino los había puesto frente a frente, uno de los dos debía morir esa tarde, el que quede vivo deberá enterrar al que resulte muerto. El que quede vivo contará la historia, la historia de dos hombres que nacieron el mismo día, en el mismo lugar, dos hombres que fueron paridos por la misma madre, aun así la vida los vino a dividir y a enfrentar de la peor manera.
Cada uno se fue por diferente camino y por mucho tiempo no volvió a ver al otro, pero el implacable destino los puso de nuevo en el mismo camino. El destino los había sentenciado, como sentenció a Caín y a Abel, aunque los dos eran un par de caínes al acecho, cada uno con el dedo en el gatillo, cada uno con sed de sangre y fuego.
La tarde siguió su recorrido, el calor aumentaba, los zancudos zumbaban por todas partes, unas veces zumbaban en los oídos de Jorge, otras veces en los oídos de José, los zancudos siempre andan con sed de sangre, sin que lo pudieran evitar clavaron la ponzoña a josé y jorge, al rato sintieron las picaduras de los animalillos, la rasquiña fue tremenda, pero no pudieron rascarse por temor a perder la vida, en el monte no se puede dar ninguna ventaja porque el enemigo la aprovecha y mata primero.
Habían pasado solo cinco minutos después del encuentro, pero en los ojos de Jorge y José parecía medio siglo de odio, de repente, cuando todo parecía indicar que el silencio no se rompería, Jorge, con voz de mando le dijo a José:
-Hace más de doce años que no te veía y te vuelvo a ver en estas circunstancias.
A lo lejos se escuchaba el ruido de las ametralladoras y granadas. La confrontación estaba en su punto máximo, un cerdo salvaje corrió despavorido y fue a esconderse entre unos matorrales. José en un tono más enérgico le respondió a Jorge:
-Tal vez sea la última vez que nos veamos y hablemos, uno de los dos debe morir, quien quede vivo se encargará de prolongar la familia.
De nuevo se escucharon disparos que poco a poco fueron cesando, como dando a entender que el más fuerte había derrotado al más débil.
Los dos se retaron a duelo, cada uno contaría de tres hacia atrás y cuando llegue el momento disparara a su enemigo. Los dos se miraron con más odio y cuando iban a gritar fuego, apareció una hermosa mujer vestida de amarillo, azul y rojo, rápido se interpuso entre los dos, era la madre de ese par de insensatos que no quería ver derramada la sangre de sus hijos, aun así abrieron fuego y la madre grito tan fuerte que aun se escucha el quejido por todo el monte.
AUTOR: PEDRO MORENO MORA
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