Cada día venía a pedirme un sueño, alguien le había dicho que soñar era muy bueno, yo era millonario, pues mis sueños eran demasiados. Al pasar de los días mis sueños se fueron reduciendo, ya que todos los días venía por un sueño, es más, hubo días que no venía por uno sino por dos sueños. Yo le daba lo que me pedía, le daba no solo sueños, también le daba frutas maduras: manzanas, peras, higos y tomates. A ella le fascinaban los mangos, como en mi finca no los había, yo iba a comprarselos a la central de frutas, a las afueras de la ciudad, ella los saboreaba con un placer difícil de definir, yo me decía a mi mismo, si de esa manera que saborea los mangos, saborea los besos, lo más probable es que me haga tocar el cielo cuando me llegue a besar.
Los días siguieron pasando y pasando, pasaron tantos que me quedé sin ningún sueño, solo por ver como reaccionaba le dije que cuando me devolvería los sueños, ella me quedó mirando con ironía y luego me respondió:
- No te voy a devolver tus sueños, pues me quedaría vacía.
Yo la quedé mirando con mucha tranquilidad y le dije:
Te he dado todos mis sueños y yo me he quedado vacío.
Ella me miró con mucho amor y luego me contestó:
- Si te sientes tan vacío, quédate conmigo, ojalá que mi presencia, mi alma y mi cuerpo llenen todos tus vacíos.
Desde ese día me quede con ella, pero no le dije a nadie, no quiero que me vengan a robar el único sueño.
Yo la llené de sueños, ella de besos y caricias.
AUTOR: PEDRO MORENO MORA
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