Rubén había enviudado hacia poco. Su esposa que padecía un cáncer de páncreas, tuvo una agonía interminable. Estuvo penando su duelo por el espacio de un año, hasta que conoció a Margarita. Más joven que su difunta mujer, mas turgente, más audaz. Tenía una peluquería en la zona de Recoleta, donde atendía sin distinción a niños adolescentes, hacia piercing , tatuajes. Todo lo que se requiera para estar a la moda.
En el evento de inauguración, que fue un sábado había muchos invitados. Varios de los presentes tenían trajes suntuosos, y las mujeres ataviadas con ropas finas, y joyas extravagantes.
Al entrar un hombre a la peluquería ella sintió un dolor en el pecho.
No es que se fuese a desmayar sino que sentía como si lo conociese de algún lugar.
Esa voz le recordaba a alguien, pero no sabía identificarlo.
Margarita había entablado un amor frágil con el viudo Rubén, restañándole las heridas de su amor perdido, acercándose de a poquito, como pidiendo permiso a la muerta, hasta que él se lo otorgase sin ataduras.
Vivieron momentos ¿acaso felices?. Ella queriendo hacerlo olvidar a su mujer y Rubén hacia borrón y cuenta nueva, aunque fuese un poco volver a ser feliz de nuevo.
Pero Margarita intuyó que aquel que había entrada a la peluquería también quería llamar su atención, y lo atrajo hacia sí con artilugios. Estaban todos muy bebidos en aquel evento.
Corría el champagne, extra brut el vino tinto Cabernet Suavignon,
Los humores estaban totalmente desatados, también corrían los brownies de marihuana que una anfitriona se había olvidado de aclarar que poseían aquella sustancia. Además había éxtasis y algún que otro alucinógeno. Todos se encontraron con sus verdades expuestas.
El viudo comenzó nombrar a su mujer muerta. Los otros presentes gritaban nombres sin cesar.
Margarita se dio cuenta de quién era aquel personaje que había entrada a la peluquería, y maligno acaso, también sabía el motivo por el cual se encontraba allí.
Así que hubo un total descontrol, las luces parpadearon. Los sujetos vomitaron todo el contenido de sus estómagos, Y de repente el estaba allí con sus ojos demoníacos, haciéndoles saber a todos los presentes, que no hay verdades, que todo es mentira, que el pasado y el presente se unen en las once dimensiones de la teoría de las cuerdas, que se puede viajar al futuro, pero no al pasado.
Y que el control lo tenía él. Los dominó a todos con su capa color negra, y los dejó a todos atontados en el suelo.
A la mañana siguiente nadie recordaba nada de lo sucedido.
Todos se fueron con mucho dolor de cabeza a empezar la rutina cotidiana.
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