Solía verla seguido.
Bah, "verla" es un decir. Nos escribíamos, éramos algo virtual... pero íntimo.
No sé bien en qué momento comencé a sentir cosas por ella.
Y menos aun cuándo comencé a dejárselo entrever.
Ella era una personita hermosa.
Todo era encantador, pero su cerebro era lo máximo: apasionante, certero, realista, genial.
Hace poco charlamos por última vez.
Ella me había comentado que estaba triste, y cuando me ofrecí a escucharla y ayudarla desvió claramente el tema.
Me quedé muy frustrado, pensando qué injusta era al no dejarme ser parte de su vida, de sus problemas, de sus cargas.
Y allí lo supe.
Supe qué debía hacer.
La esperé.
Y cuando se conectó, le pude devolver mínimamente todo lo que le debía, todo eso que ella me había dado sin pedir nada y que me mantenía vivo.
Todos esos "te quiero" que me dijo, todos esos silencios que me compartió, todas esas lágrimas que me confió.
Y le dí mi corazón.
Y desde aquí aun la cuido, esperando que deje de llorar por mí, por ella, por ese "nosotros" que jamás pudo ser.
Y comience al fin a quererse... y ser feliz. |