Llevo unos años de abstemio. Estaba ya verdaderamente enganchado. Las que más me gustaban eran las de coco. Un día me dijo un psicólogo que lo cierto era que a nadie habían tenido que ingresar en un Hospital por una sobredosis de galletas. Ahí me di cuenta de la raíz y gravedad del problema. Ya digo, llevo como unos cinco o seis años que no las cato. Su sabor dulce y su sensación saciante era lo que más me gustaba de ellas.
Un auténtico experto en la materia. Las enchocolatadas, las "marías", las campurrianas.
Me hacían gracia hasta las "río". De esas que venían en un envase largo y dibujado en un extremo una cinta métrica.
La cosa me vino de los tiempos del internado. Escasa variedad dentro y aquellos paquetes que mandaban de casa, hicieron que en mi psique se formara tal obsesiva relación con las galletas. Cuando llegaba un paquete a la camarilla, el afortunado, después de comerse unas cuantas, repartía entre los siete restantes de la habitación el resto, a razón de una por compañero. Aquellas galletas "artiach" de coco o nata hacían nuestras delicias. También estaban en circulación las "príncipe". Nada en comparación con las de ahora. Que siguen llevando chocolate por dentro, pero calificable mejor como sucedáneo que de cualquier otra manera.
Me he metido en un grupo de desintoxicación. En una gran ciudad da para ello. Se asombrarían ustedes de la generalización del problema.
Nos reunimos los viernes y narramos cada cual su experiencia. He conocido a Alicia. Yo la llamo "mi maría" y ella a mí "mi príncipe". Y como nos tenemos el uno al otro ya no precisamos de otro tipo de galletas.