Y así en medio de una paz que pienso yo, no me pertenece, con ese percance de ser buena gente, me abato entre los recuerdos, de esos en los que uno se imagina pupitres esperando inmutables otra infancia, recuerdos de un amor nostálgico en algún lugar lejano; y la terrible doctrina de una voluntad y un poder no requeridos, que pelean con mi escepticismo. Lucho por apartarme de una proclive cavilosidad, como si en la oscuridad seguida del ocaso, naciese en mí un protervo ángel, pero que luego se difumina al rayar el alba. Con el surgimiento así, de lo inocuo, de una libérrima ternura, con los artificios que adornan la poesía. Entiendo al final, que soy solo un hombre, solo eso, un hombre, maravilloso y condenado. (Nietzsche tenía razón, a fuerza de indagar los orígenes se vuelve uno cangrejo) |