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Inicio / Cuenteros Locales / nelsonmore / ESA MALDITA COSTUMBRE(cuento)

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Tom era un hombre de costumbres malsanas, porque después de cometer una fechoría corría arrepentirse a la iglesia. Como si solo bastara un poco de agua bendita y unos cuantos padre nuestros para lavar las culpas o que un pecador le perdonara sus delitos. Yo nunca me confieso porque no tengo nada que confesar, cuando lo hago es en la página, ahí exorciso mis fantasmas y pongo en paz mi alma. Ese no era el caso de Tom, un hombre que no nació para santo y él lo sabía, máxime que era un antioqueño de pura sepa, de aquellos que el fin justifica los medios y no lo pensaba dos veces cuando tenía que robar o matar, había robado y matado a cuchillo, a bala, a machetazos, después que mataba corría a la iglesia, como cosa curiosa a rezar, se daba golpes de pecho, hasta confesaba sus faltas y seguía como si nada.

Muchos ya estaban pensando la forma de eliminarlo, pues tenía a favor hasta el mismo cura, un ser oscuro como su sotana. Un día asaltó a un joyero y le robó una buena cantidad de anillos, pulseras y dijes, después de asaltarlo huyó como de costumbre a la iglesia, fue hasta el altar del divino niño y le rezó con devoción. hasta lloró y prometió que esa sería la última vez que robaba, ya se quería retirar del oficio, pues con todo lo que había robado podría vivir sin problemas.

Luego fue hasta el confesionario y esperó el turno, antes de él habían como 8 feligreses que confesarían los pecados a Hermenegildo, ese era el nombre del párroco, que escuchaba con atención los pecados de sus fieles, luego les daba la bendición y les ponía una penitencia, a unos veinte, a otros treinta, a otros cincuenta....... Tom se acercó al confesionario y confesó los pecados, a hermenegildo le brillaron los ojos, pero no era un brillo divino, sino maléfico, sin ningún escrúpulo le dijo lo siguiente a Tom:

-Hijo mío, yo te perdono, pero si me das las joyas a cambio, las necesito para venderlas y luego con el dinero hacer la reparación de la capilla.

Tom se sorprendió de la propuesta que hizo el padre, pero como era uno de esos bandidos que cuando se trata de dinero no le hacen caso ni a su madre, le dijo al padre:

_Padre, yo pensé que me iba a mandar a rezar mil padrenuestros esta vez porque el delito es grave y me sale con esto.

El padre lo miró con ira y después le dijo:

_Hijo mío, pero no te parece que se vería mejor la capilla bien pintada y con nuevas bancas, no lo pienses tanto y dame el dinero pronto.

Tom le entregó una bolsa negra con todas las joyas robadas y prometió no volver a robar más, cerró los ojos y así se quedó como si estuviera en éxtasis. Tras de él seguía otro de los fieles que buscaba perdón a sus pecados, el feligrés le golpeó suave la espalda y le dijo que fuera a rezar al altar, el altar quedaba lejos del confesionario, quería confesarse pronto, el hombre se veía muy nervioso y como afanado, el padre le dijo que empezará, y el empezó:

_Padre, como todo mortal he pecado, he deseado la mujer del prójimo, como todo mortal he mentido, he fornicado, pero nunca he robado, dígame solo una cosa, usted en toda su vida nunca ha robado.

El padre se puso pálido, las palabras de aquel hombre lo habían descompuesto, pero sacando valor de donde no tenía le dijo:

_Nunca hijo mío, no sé por qué me haces esa pregunta.

El hombre lo miró con rabia y luego le dijo:

Le voy a pedir un solo favor antes de irme, espero que me complazca padre.

El padre le dijo:

_Por supuesto hijo mío, dime nomás que favor quieres y pronto te lo haré, a no ser que sea dinero, pues no tengo ni un centavo.

El hombre lo miró con más rabia y luego le contestó:

_ tres padre nuestros por mi, si los reza usted las faltas se limpian de inmediato, yo no tengo tiempo para andar rezando, soy muy ocupado.

El padre lo miró con suma compasión y empezó a rezar
y cuando estaba por terminar el tercer padre nuestro, aquel hombre sacó una Pietro vareta con silenciador y le descargó todo el proveedor en la cabeza, los sesos del padre salpicaron la camisa blanca del hombre, que antes de irse le quitó las joyas que el padre tenía debajo de su sotana y se fue rápido de la iglesia que estaba vacía de feligreses, Tom estaba tan pensativo que ni cuenta se dio de los acontecimientos, solo vino a darse cuenta cuando las autoridades lo esposaron y se lo llevaron preso, solo entonces se acordó de ese dicho popular que dice, "ladrón que roba a ladrón tiene cien años de perdón", pero no aplicó en su caso porque lo condenaron a 30 años de cárcel, al hombre a ninguno porque lo único que hizo fue recuperar las joyas y nadie lo vio matar a ése ladrón de sotana.

AUTOR: PEDRO MORENO MORA
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Texto agregado el 03-08-2019, y leído por 200 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
03-08-2019 Me inspiraste, voy a subir uno de mis cuentos de curas. Muy bueno, Pedro! MujerDiosa
03-08-2019 Maravilloso...saludos ...xxxxx Blasebo
 
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