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Alberto Morales de Armas estaba en su casa localizada en Tejadillo 54, recostado en un viejo sofá colonial frente a la chimenea de su estudio, sostenía en una mano media botella de Jack Daniel's y la otra apoyada en la frente. Vestía todavía un traje de azul prusia bien cuidado y a medio colocar, los zapatos en el suelo le permitían descansar los pies luego de toda una jornada agotadora caminando la ciudad en busca de nuevos inversores para la construcción de edificios en la parte residencial de la ciudad. El silencio y la tranquilidad de la habitación fueron interrumpidos, 3 toques leves a la puerta le hicieron despertar de sus meditaciones, se reacomodó en el sofá y dijo - Pasa - la puerta se abrió y en la habitación entró una mujer de unos 45 años, de piel blanca, ojos verdes, pelo rubio y rizado, sostenía en sus manos una bandeja de plata con una tetera de porcelana blanca y una taza - Hice té de manzanilla - dijo la mujer con una voz dulce, mientras caminaba x la habitación a pasos leves, colocó furtivamente en la mesilla juntó al sofá la bandeja y preguntó - ¿Que tal tu día? - mientras quitaba la botella de las manos del hombre y la ponía en el suelo, luego se sentó en el sofá junto a este. Alberto se sirvió el té y dijo – Nada amor todo bien, buscando un par de inversores en la constructora de la Lonja del Comercio - pero sus palabras no convencieron a su mujer, ella lo conocía demasiado bien como para no percibir el estado de tensión y preocupación que invadían al hombre, ella se acercó a él y puso sus manos sobre los hombros comenzando a masajear en círculos la zona mientras decía - ¿Seguro que todo bien?, te noto algo preocupado -. El hombre quedó en silencio por un momento, respiró profundamente y dijo - María tú sabes que yo soy muy escéptico, pero es que hoy mientras caminaba por Obispo - paró un momento para colocar la taza de té a medio terminar sobre la bandeja de porcelana, tomó aire y continuó - Una señora de unos 70 años, con vestiduras andrajosas amarillas se me acercó y comenzó a llorar, cuando le pregunté que le pasaba, me dijo que había visto la desgracia cayendo sobre mí, que un destino fatídico me estaba llamando, yo que ya tú sabes como soy me la quité de encima y seguí caminando - su mujer que había parado de masajear para escuchar la descabellada historia dijo - Amor esa seguro en una borracha de esas que se cree bruja - el hombre asintió diciendo - Lo más probable pero esa idea me ha perseguido todo el día, lo peor es que me parece conocida y no se dé donde -, ella caminó y se puso justo frente de él, puso sus dos manos en las rodillas del marido y lo besó - Alberto tú sabes que en este país, esas mujeres se inventan historias para sacarte un par de centavos, así que tranquilízate, además caminas todos los días La Habana debes conocer a casi todos sus habitantes, yo me voy a dar un baño que estoy cansada - dijo y cargando de nuevo la bandeja de plata en sus manos y se retiró de la estancia.
Alberto volvió a su estado anterior solo que ahora miraba fijamente el fuego, sus ojos vencidos por el sueño empezaban a entrecerrarse, cabeceaba de un lado para otro pensando en las palabras de la horrible bruja hasta que cayo rendido en un profundo sueño. Pero duró poco, a la media hora un hedor a rancio le hizo despertar súbitamente, miró desconcertado en la habitación y vió una figura entre las sombras - ¡María me asustaste coño!, ¿qué olor desagradable es ese? - el silencio reinó de nuevo, el hombre al no escuchar la respuesta de su mujer se quedó mirando la figura entre las sombras - ¿María estas bien? – preguntó. La figura comenzó a moverse en pasos lentos y pesados, hasta que la luz del fuego de la chimenea ilumino a la mujer de ojos verdes y pelos rizados, Alberto al verla se tranquilizó diciendo - ¡María estás con tus boberías otra vez! - a este una voz espectral y ronca dijo - No soy María - al escuchar esto el hombre quedó en absoluto silencio, su corazón comenzó a latir impulsivamente y un miedo terrible se apoderó de él, las piernas le fallaban, los brazos no respondían a los movimientos deseados, esa voz lo había dejado inconfortable y paralizado, tembloroso dijo - ¿y usted quién es? - el rostro hizo una sonrisa descabellada y diabólica, ahí Alberto se dio cuenta que era el cuerpo de su mujer más que definitivamente había algo retorcido en su cabeza que comandaba a la paliducha mujer - ¿recuerdas a la bruja de hoy en Obispo? -, el hombre preso del terror titubeando afirmó - Me llamo Blanca Regina de la Caridad, séptima bruja de la orden de Yalorde, de la rama yoruba - dijo la ronca voz esta vez un poco más despacio. El hombre abrió los ojos al escuchar esto, sorprendido y lo suficientemente asustado como para pensar pregunto - ¿y usted que quiere de mí? - una carcajada sardónica y desagradable fue proferido por el cuerpo de la mujer, cuando paró de reír, una mirada retorcida se hizo presente, los ojos verdes miraban al hombre pero un vacío palpable se notaban en sus pupilas, era como si el mismo demonio estuviera mirando por ellos, la bruja dijo - Hace dos años construiste un edificio residencial en San Ignacio 312, ¿recuerdas?- el hombre ante aquel espectáculo de terror intentó pensar rápidamente en las palabras de esta, efectivamente había construido el Residencial Capitolio con el dinero de unos inversores de Bacardi S.A, encima de lo que era una área de invasión – Si, si recuerdo - respondió casi con un sonido inaudible - Demoliste lo que una vez fue mi casa, una casita de ladrillos y pedazos de teja francesa, con un portalito que tenía un sillón de mimbre, pero eso no era tan importante, al final era una casucha vieja, lo que estaba adentro fue lo q más me dolió - dijo la bruja en su ya normal voz ronca - ¡destruiste mi santuario a Yalorde, y poco te importó que te rogara! - dijo mientras apretaba la mano y las llamas de la chimenea alcanzaban una altura considerable para la poca madera que tenía, Alberto después de escuchar esto recordó a la anciana, el día de la demolición llorando para que no demoliera un altar que tenía, de ahí que le pareciera tan cercana la mujer, un leve dolor se apoderó de su pecho, una opresión comenzó a hacerse latente en el hombre, sentía como si su corazón estuviera siendo levemente apretado por una mano, se miró al pecho, pero los brazos no le respondían como para poder hacer algo, presa del desespero replicó - ¡por favor no me mates, perdóname! - la risa ronca de la bruja se apoderó de nuevo de la estancia pero esta vez de una forma tan ensordecedora que el hombre casi se desmaya - Alberto Morales, tu muerte viene conmigo, y la pobre María también va a cargar con las consecuencias de tus actos, quiero que sufras y me encargaré que tu sufrimiento en el reino de los muertos sea eterna– dijo mientras reía - ¡A ella no por favor! - dijo el hombre y el silencio reinó, súbitamente desapareció el olor a rancio, las llamas de la chimenea se atenuaron y María cayó desplomada al suelo. Alberto estaba todavía estupefacto, horrorizado, con miedo y tembloroso a la expectativa de lo que acontecería, espero atento y a los pocos consiguió recuperar la movilidad de sus brazos y piernas, cuando fue la suficiente se tiró junto al cuerpo inerte de María, la llamó un par de veces, pero esta no respondía, una lagrima comenzó a rodar por sus mejillas, al entender que su mujer estaba muerta, las manos sobre el cadáver todavía caliente temblaban,- ¿Dios porque a mí? - se preguntaba entre sollozos - ¿Porque a María? - replicaba con las manos hacia el cielo - ¡Tú que eres el señor omnipotente me has abandonado! – decía - El salvador del mundo deja morir a mi mujer de esta manera horrible – continuaba - ¡Te maldigo mil veces Dios por no salvarla! - dijo y bajó la cabeza hacia el pecho de su amada, la opresión en el pecho se hizo mas fuerte, se colocó las manos en el corazón buscando aquello que lo oprimía y sintiendo a cada segundo como este latía más lento, una creciente dificultad para respirar se apoderaba de él, al punto q solo conseguía pequeñas bocanadas de aire insuficientes para mantener su organismo, el frio se hizo latente, sentía como este iba recorriendo su cuerpo, el sueño calló sobre él, se extendió como una manta sobre su cuerpo, se sentía demasiado cansado como para luchar contra este, cerró los ojos y dejó que la oscuridad eterna lo envolviera para siempre.

Texto agregado el 01-08-2019, y leído por 36 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
01-08-2019 Me gustó la trama de tu cuento. Imponente el castigo hacia el protagonista. Felicitaciones. Saludos, sheisan
 
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