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Siempre me han llamado la atención esas niñas de tarrito o bolsita en ristre, sellados ambos, y una especie de estampilla que adhieren en el ropaje de quien se digna a depositar algunas monedas que ruedan en sus contenedores para regocijo de las voluntarias y la sonrisa orgullosa de los donantes. Los objetivos son muchos y todos allegados a la causa de la solidaridad en sus muchas variedades: que los niños, que los ancianos, que los enfermos, que los pobres, que los inmigrantes y otros temas por el estilo. A veces he colaborado con alguna moneda y en otras, me escabullo cuando la niña en cuestión está pegoteando el sello en el inflado pecho del que está donando, o lo ralentizo si alguna persona ya está a punto de ser abordada por otra jovencita.

Esta vez fue distinto, sin embargo. Caminaba yo desaprensivamente por las callecitas del centro, cuando surge delante de mí y casi como una aparición, una chica bellísima, una dulzura que me imantó, tanto por su estampa como por sus modales y sobretodo porque era igualita, casi calcada a la estupenda Julia Roberts.

-¿Cooperaría usted señor para la sociedad de los niños huérfanos de los poetas muertos?
Alelado, fascinado, casi babeando por tan magnífica aparición, sólo atiné a preguntar bobamente:
-¿Qqué?
Y la bella repitió cada palabra con la misma amabilidad, la misma sensualidad en cada una de sus palabras, sus pausas, inflexiones, gestos, todo.
-Porca miseria- me dije a mí mismo. En esos precisos momentos ninguna moneda tintineaba en mis bolsillos, acaso algunas migas de pan, las llaves de mi casa y una bola de papel. Pero, andaba con mi tarjeta Bip, la tarjeta de crédito de los pasajeros de autobuses. Y extrayéndola del bolsillo superior, se la enseñé a la bella para mostrarle que allí había ido a parar casi todo mi sencillo.
Ella sonrió y dos maravillosos hoyuelos juguetearon en sus mejillas.
-Eso no me sirve caballero. Sólo monedas y billetes.
-Usted no me entiende. No sé si usted está dispuesta a acompañarme a un banco que queda acá a la vuelta, retiro veinte mil o treinta mil pesos y los dono a la causa de esos pequeños huérfanos.
No es por nada, pero cuando soy generoso, me esmero en eso. Y si esta situación me valía para hacerme acompañar por ese pedazo de mujer, sería doblemente generoso.
La bella sonrió e hizo un gesto de contrariedad. –Estoy de punto fijo y lamentablemente no puedo abandonar este puesto.
-Usted se lo pierde. Dígame, ¿cuánto cree que recolectará en lo que resta de la mañana? ¿Diez mil pesos? ¿quince mil? ¿Veinte mil?
Le ofrezco sesenta mil pesos, en efectivo (subí mi apuesta) si me acompaña al banco y aguarda que retire mi dinero.
Perdóneme señor, ¿y por qué debería yo acompañarlo? Si es usted caritativo, vaya a esa entidad, retire la suma prometida y me la trae de vuelta, yo le pondré gustosa la escarapela que lo acredita como donante y listo.

¬Pues bien, el tema es que siendo yo un gordito rechoncho, bizco y calvo, convencí por fin a la Julia Roberts para que me acompañara al banco, después la invité a un restorán de lujo para terminar encamados en un motel del Barrio Alto.

Cada mes, la bella está apostada a la salida del Metro, recolectando dinero para diferentes colectividades. Ya le he cooperado para las campañas Huérfanos de Patch Adams, Huérfanos de Papá por Siempre, Huérfanos de Jumanji y Huérfanos de Good Morning Vietnam, entre otras. En cada una de ella, deposito jugosas donaciones que me dan derecho a un nuevo lance en algún motel de alcurnia. Como la gente nos identifica en algunos de esos locales, ya aseguran que somos la pareja perfecta: Julia Roberts y Danny DeVito.

Tema aparte son mis ingresos, sensiblemente mermados con tanto despilfarro. Ya he solicitado tres préstamos a las entidades financieras y ya voy por el cuarto. Todo por el amor. Pero eso no es todo, el domingo pasado me abordó una muchacha rubia igualita a la Scarlett Johansson que recolectaba fondos para Niños abandonados de El Club de la Pelea. Cooperé con una cantidad importante, nos fuimos a almorzar y después pernoctamos en un hotel cinco estrellas. La rubia ya me adelantó que vienen en camino las colectas Abandonados de Troya, Abandonados de Benjamin Button, abandonados de Siete Años en el Tibet y muchísimos más.

Ya solicité dos nuevos préstamos para solventar esta existencia de estrella que estoy llevando. Pero, convengámoslo, jamás ha sido fácil, no lo es y no será nunca jauja representar el papel de Danny DeVitto, mucho menos si éste debe codearse con Julia Roberts, Scarlett Johansson y quizás alguna nueva estrella que esté por aparecer cualquier día de estos.








Texto agregado el 30-07-2019, y leído por 100 visitantes. (10 votos)


Lectores Opinan
30-07-2019 Muy buen cuento, el tema que tocas es muy original, jajajajajaa!!! al estar explicando le das un aire comico jocoso y humoristico. Mis felicitaciones. Me gusto, me rei y me sigo riendo. Un saludo de maariadelapaz
30-07-2019 Que texto tan jocoso... gracias por ello. Un abrazo, sheisan
30-07-2019 Ayyy, mi amigo Gui,no pensé que fueses tan inocente, jajajaa.... MujerDiosa
30-07-2019 —Excelente entre tú y esa chica similar a la Julia Roberts hoy me hicieron reír de muy buena gana, agradecido por eso. —Saludos y abrazo. vicenterreramarquez
30-07-2019 Ta cabrón! con tanto despilfarro terminaras en el bote! je je je! sigfrido
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