Lúcidos en su sonambulismo deambulan por la miseria de su vida. En su periplo arrojan flores marchitas a quienes dan testimonio silente de su paso. Son la última gota que colma el vaso sin atreverse a derramarlo. El minuto final de un tiempo perdido. La gusanera que nace del fruto podrido. El amanecer del cadáver que yace abandonado y la esperanza de paz de un soldado en la trinchera acribillado.
Son unas y otros sin llegar a decir nosotros, quienes acallan la voz y miran de soslayo el llanto callado de la doncella mancillada. Son los que besan la mano del cura pederasta que como sierpe se arrastra en derredor del árbol del pecado. Son quienes invocan a Dios mientras anuncian agoreros el final del mundo. Atorrantes viajeros de la fantasía que pregonan la senda por donde se deslizan en su reptar inmundo.
Texto agregado el 30-07-2019, y leído por 137
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