Hay que aprender a ver distinto:
hacia arriba como los niños, hacia el horizonte como los pájaros, hacia todos lados como los locos, hacia adentro como los místicos, hacia atrás como los que dicen adiós, hacia las estrellas como los astrónomos o los poetas, hacia al cielo como los arrepentidos o hacia la luna como los enamorados…
Mirar con ojos de niño, de madre, de anciano, de agente de tránsito, de pájaro enjaulado, de microscopio o telescopio, de cazador y presa, de escritor o de cuentero, de pintor con óleo y acuarelas, de escultor o carpintero, de fotógrafo de cielos, de rostros o de moda…
Ver, en una palabra, no con los ojos de los huesos y la carne sino con los ojos del alma…
Bogotá, octubre 7 de 2015 |