Se ganaba la vida reciclando cartón, icopor, papel periódico y todo lo que botaban los ricos a la basura. Con el dinero que obtenía mantenía a su mujer y tres hijos. Siempre lo veían por el relleno sanitario de navarro, en el basuro como popularmente se conocía al relleno. A pesar de la vida que le había tocado se veía feliz, siempre se le escuchaba cantar, a veces canciones de despecho, otras veces salsa romántica y otras veces música urbana. A pesar que todos los días manipulaba basura, trataba de no ensuciarse mucho, unos gruesos guantes protegían sus manos, siempre usaba tapabocas para protegerse de cualquier virus.
Una vez de tanto escarbar y escarbar en la basura se encontró un pequeño maletín lleno de dinero, muchos dólares, los suficientes como para no volver más por el basuro, pero no, él basuriego, no iba a dejar su vida, llevaba más de 20 años escarbando y escarbando en la basura. En el basuro conoció a su mujer y el amor de ella era suficiente para vivir feliz, así le tocara trabajar con todo tipo de desperdicios. Tenía muchos recuerdos de su trabajo y de aquel lugar, por ejemplo, cuando encontró un bebé aún con vida entre la basura, sin conocimientos de medicina, lo abrigo, lo llevó pronto a su casa y lo dejó para él, pues él se lo encontró y nadie podía decirle que lo devolviera, si no es por él, habría muerto al rato. El pequeño tom fue creciendo y con el pasar de los años se hizo todo un hombre, fue al colegio, luego a la universidad, estudió administración de empresas, cuando se sintió autosuficiente no volvió más por la casa de Juan y Amanda, ellos lo habían registrado como hijo suyo, llevaba los mismos apellidos de sus hermanos, Noguera Flores. Lo cierto del caso es que no volvió jamás a visitar a sus padres, que injusta que es la vida, pero en fin, así es el ser humano y nadie lo va cambiar.
Pasó mucho tiempo y Juan ya estaba viejo, ya casi no iba por el basuro, un buen día le tocó ir al congreso, pues los habitantes de Navarro lo habían nombrado representante del barrio ante los entes gubernamentales. Ese día se fue bien vestido, traje negro y corbata roja, un sombrero barato, que le daba un aire de respeto. La reunión era a las diez de la mañana y empezó a las diez en punto, cosa poco usual porque en Colombia siempre se empiezan tarde los eventos. Juan escuchó con atención los planteamientos del congresista, luego tomó la palabra y pidió ayuda económica y educación para los habitantes de su sector, el congresista no le prestó atención y procedió a decirles a los invitados que no había plata. Juan llevaba un maletín y al final de la reunión se acercó al funcionario y le entregó una bolsa negra con veinte mil dólares para la nueva campaña al senado, el congresista sin ningún escrúpulo le recibió la bolsa, no le dio ni la mano ni las gracias y se fue riendo.
Juan, antes de salir de la sede del congreso se puso el tapabocas, le dieron ganas de vomitar y el vómito no se hizo esperar, un liquido biscoso salpicó la sala donde se encontraban los representantes de los barrios deprimidos, llegó pronto la gente del aseo y limpiaron el piso, no sin antes insultar a Juan, quien salió de prisa por temor a una represalia. Al otro día Juan volvió al basuro, allí nunca vomitó, nunca había vomitado en su vida y vino a vomitar en el congreso. Por la noche estaba viendo la televisión y por uno de los canales de mayor audiencia escuchó la noticia que a un congresista dentro del edificio del parlamento le robaron veinte mil dólares que llevaba en una bolsa negra, le dio risa y también rabia, el congresista había sido su hijo, el que rescató de la basura y que dio crianza y educación.
AUTOR: PEDRO MORENO MORA
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