Heme aquí, ciego, ausente, perdido, castrado.
No existo ni pienso, no siento, soy un extraño.
Mis labios se han bañado en la vana gloria del pasado,
Mi templo está en ruinas, en dolor aniquilado.
En mi ceguera deambulo como un libro manoseado,
Y recorro el tiempo y el mundo en mis sueños embalsamados,
Corro y paro, giro, avanzo, retrocedo, me caigo, avergonzado,
Es la vida que sin pena a este árbol ha derrumbado.
Aunque el viento sople fuerte, a mi favor, fijo y amplio,
Yo sigo preso en mi cárcel de mentiras, atrapado.
Dormido, siento un tren que se aleja de mi lado,
Lejos están los fuegos de artificio, los amores apagados.
Y en la lejanía una voz se incrusta en mi semblante apabullado.
Arde el fuego en mis orejas, es mi sino enajenado.
Cantan flores, sin colores, con sus ojos oxidados,
Claman al cielo que el infierno se enfríe, que este cielo sea claro. |