Amanezco en el día a día,
apurada por ese despertador inhumano
que me llama a pesar de los años y me obliga
a levantar toda la artillería y prepararme para el trabajo.
Transcurren mis horas con agobios inesperados o esperados,
la espalda gacha por el cansancio o el tirano computador
que me exige estar alerta para demostrar al mundo que aún Soy y no sólo Estoy.
Nada es fácil, todo se hace cuesta arriba con los años,
y ni qué decir que debes taparte la boca muchas veces para no responder
con un insulto a los agravios,
que sin querer o queriendo el entorno te estampa en el rostro,
como un ventilador de necedades ajenas, totalmente descontrolado.
No sé, si la edad te hace más crítica, menos tolerante, pero más resignada,
eso te ayuda a poner buena cara y pasar el mal trago sin argumentos,
pero con el alma y el orgullo hechos pedazos.
A veces me hubiese gustado ser valiente,
con esa valentía que tienen algunos y que les hace enfrentar al mundo
sin importarles absolutamente nada,
pero no soy así, lo reconozco,
prefiero parecer paloma a cóndor,
caminar por senderos seguros ,
a caminar por cornisas intrincadas.
Es la vida dirían mis mayores,
ellos la vivieron, ellos la gozaron, ellos la sufrieron,
pero… mis mayores ya no están
yo me transformé en mayor ,
pero la vida, no tiene transformaciones.
María Magdalena Gabetta
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