Nació en esta romanesca ciudad de los reyes en el Rímac el año de 1837; su infancia se desenvuelve en el torbellino de las luchas políticas, que jalonaron de sangre y ambiciones no siempre honestas lo acontecido durante los primeros años de la república, atraído por la época heroica que vivía el Perú y sumada su admiración hacia las glorias militares como Napoleón, Bolívar, San Martín, sus hazañas encienden su imaginación.
Lo atrae la novela y es impulsado a escribir “Edgardo o un joven de mi generación” fabula en la que hace una autobiografía y nos muestra sus inquietudes, sus dolores, sus ambiciones, es una obra no muy bien lograda como exponente literario vale más como documento humano y de la época.
Su sensibilidad lo inclina a la producción poética, asqueado por las crudas luchas políticas de su época y la miseria moral que de ellas se desprende, amarga su espíritu que quiere salir de ese ambiente tan poco propicio, que lo obliga a una vida contemplativa y a suplir la realidad con un mundo de imaginación, es así como surge el poeta vigoroso y enamorado de lo raro y exótico; escribió una alegoría patriótica en un acto “el pabellón peruano” que mereció una justa ovación, algunos meses más tarde produjo su musa un drama de cuatro actos “Alfredo el sevillano”; también habrá tristezas sobrellevadas con noble resignación como dijera don Ricardo Palma, así es la vida de este chico moreno casi un niño llamado Luis Benjamín Cisneros que en cuanto a versificación ha sido siempre mimado por Apolo, es un elegante poeta como culto, que será el bardo glorioso de “aurora amor” publicada en el Havre en 1885, una de las más bellas composiciones de la literatura peruana, canto épico lleno de vida el que acabamos de citar, en el que su autor se nos ofrece todo arrestos juveniles, pasión y nobleza.
Cuando ejercía el consulado del Perú en el Havre Francia, publica novelas que atraen la atención de la crítica y el público, como “Julia o escenas de la vida en Lima” publicada en París en 1864.
Luis Benjamín Cisneros fue el mayor poeta de su época y murió en 1904
28 DE JULIO DE 1821
EL MOMENTO SUPREMO
Por Luis Benjamín Cisneros
¿Quién es aquel que en corcel brioso
Sobre la inmensa multitud descuella?
¿Quién es aquel que en el tropel vistoso
De esplendidos guerreros
De ricos y brillantes caballeros
Marcha en silencio, altivo, majestuoso?
A su paso, las músicas marciales
Rompen en himnos bélicos, sus armas
En dos cintas de vividos fulgores
Le presentan las huestes inmortales
Que bordan su camino
En nube espesa de laurel y flores
Rica alfombra, ante el héroe
De sus balcones la ciudad derrama
Cual vasto humano monte
Corre tras él el pueblo
Y, en grito que conmueve el horizonte
Ebrio de gozo y sin cesar lo aclama
Vedle entrar en la ancha plaza
Donde apiñada, inquieta muchedumbre
Bulle el sol a la ardorosa lumbre
Al pie de la alta estrada
Ha abandonado su corcel, tranquilo
Y con lenta pisada
Traspasa la tendida gradería
Y, al fin, sobre la escena
Del héroe se dibuja
La figura inmortal, grave, serena
¿Quién es?
Es San Martín
Grande entre los grandes
Lo nombra ya la historia, es el glorioso
Aníbal de los andes
La mano diestra pone sobre el libro
Que de Dios guarda la palabra escrita
Su brazo izquierdo ostenta
La bandera bendita
Lábaro que bordaron nuestras madres
Y que lleva en sus pliegues
El sol de nuestros padres
Va a hablar el héroe…pueblo de rodillas
El gigante glorioso
Ha doblado la suya…las guerreras
Músicas han cesado; los corceles
Detienen sus carreras
No se oye ni el ruido
De ligera pisada
Ni un rumor, ni un murmullo hay en el fondo
De ese abismo de pueblo
Reina en la ansiedad sin voz ni aliento
Solemne, universal recogimiento
En la mitad del cielo
Tal vez el mismo sol ha suspendido
Su majestuoso vuelo
El héroe ha alzado el rostro
Su actitud es sublime, cual si hablara
Con el juez de los pueblos cara a cara
“desde hoy el Perú es libre
Dice con grave pausa
Libre e independiente por la augusta
Voluntad de sus pueblos
Y la justicia de su santa causa
Que Dios protege”
Alzase y ondeando
La bandera que en alto sostenía
Su brazo prepotente
Sintió el pueblo que de ella descendía
Como una bendición sobre su frente
El súbito y sonoro
Tronar de las campanas, el vibrante
Grito de los clarines, la algazara
De la entusiasta multitud y el eco
De lejanos cañones
Anunciaron al mundo
Que en ese hermoso instante
Acababa el Perú de alzar al cielo
No por innoble encono
Sino por justo y generoso anhelo
El juramento que después sostuvo
En Junín y Ayacucho, espada en mano
De romper las cadenas del colono
Y vivir para siempre
Arbitro de sí mismo y soberano
En la constelación de las naciones
Hay una estrella más; pura y radiante
Se alza sobre la tierra
Coronada de gloria
Solo el autor del universo sabe
En sus arcanos, para el hombre oscuros
Lo que de ella escribirá la historia
En los siglos futuros.
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