Acerca de los Poetas Turbios en Tuxtla Gutiérrez Chiapas.

Al igual que en otras ciudades, también en Tuxtla Gutiérrez -aunque usted no lo crea-, pululan los llamados Poetas Turbios. Deambulan caminando por los rincones más recónditos y oscuros de las calles, saltan de la azotea de una casa a otra, descansan bajo la sombra de las pochotas o celebran y escupen al mundo con el sabor ámbar de una rica y espumosa cerveza bajo la lengua, enfriada con mucho ahínco en cualquier cantina barata (de a dos por treinta la caguama, pellizcando a la mesera, con o sin botana.)
También llueve recio para mojarles la inspiración y humedecer sus ganas. Llevan verdor adentro, tienen germinando el alma. El cielo les sorprende cantando borrachos en los miradores, regando sus lágrimas al río Grijalva. Traen madrugadas desnudas en los ojos, besos de putas de la “zona galáctica” guardados en los bolsillos, juergas aceitosas en sus bitácoras viajeras. Traen alguna melodía que se les pegó en las ropas en alguna fiesta de barrio, de esas, donde regalan chanfaina y trago. Gritan, reclaman, hacen fanzines, hablan solos, se enamoran, copulan, se ríen de ellos mismos y silban tonadas siempre nuevas para sonorizar sus pasos que perturban la Calzada.
Así pues, nuestra capital chiapaneca no sólo se distingue por ser la ciudad con más automóviles per capita, ni por ser un valle incrustado de cemento, concreto, plazas comerciales, un parque central con su iglesita, edificios “modernos”, estadio y Libramiento nuevos; no señores, ¡también hay poetas! Poetas de la costa, del soconusco, de la sierra, de los altos de Chiapas. ¡Poetas, Poetas Turbios! Son los que con su ruido espantan al buen vecino, a los calladitos y a los niños bonitos. Persiguen a las chamacas con la marimba retumbándoles por dentro. La lujuria se les sale de los pantalones y la baba les escurre de contento. Porque se saben ricos de luna, de estrellas, de elotes, de pozol lisérgico. Se fuman las letras hasta intoxicarse de palabras. Se inyectan sintaxis en las venas mientras buscan el espasmo de la catarsis en un cuarto de motel barato. Estos poetas declaman desnudos y no hay vergüenza que sea capaz de detenerlos.
Burlones y burlescos buscan las quimeras ignoradas por los tontos y los lerdos. Comen del chipilín que crece en los barrancos de lo incierto. Fumadores de lo Verde. A ellos el opio, el ajenjo, los honguitos de Palenque. De ellos los excesos. Para ellos se reserva el tizón, el carbón eterno.
Se habla entonces de poetas, de Poetas Turbios chiapanecos. Peatones anacrónicos. Malabaristas que juegan con incendios, metáforas y utopías. Se habla de locos que platican en código entre ellos. En el pecho traen un maremoto, un ciclón, un trueno. Arrastran sus sueños. Vomitan flores de muerto. Arrullan panteones con sus cantos y lamentos. Mariposas de alas lastimadas sobrevuelan sus camastros. Noctámbulos andantes, suicidas que con gusto se tirarían por lo que hay debajo de una falda (lo más oscuro y caliente de una mujer) hacia el fondo del Cañón del Sumidero.
¡Así es señoras y señores! ¡Hay Poetas Turbios en nuestra ciudad-pueblo!