A veces es una maldición cumplir años. Obliga a hacer balances que, en la gran mayoría de los casos, nos lleva a lugares que preferimos no visitar. Ese momento en que nos invade la reflexión y donde empujamos cuesta arriba una carga de pensamientos que, en el mejor de los casos, nos incomoda, y, si tenemos suerte, nos despierta de cara a lo que viene. Como esa brisa agridulce que lame el aire antes de la lluvia, hacer balances encadena la terrible conclusión que tanto tememos: No nos alcanzará el tiempo para finalmente ser lo que quisimos, y queremos.
La pulsión de finitud. La mirada cruda que rodea toda desilusión. La certeza de que ,además de anónimos, pasaremos por esta vida teniendo plazos, balas contadas y crédito limitado.
La grieta real no es más que esa inmensidad que creamos entre el potencial que sabemos tener (o nos han hecho creer que tenemos) y la realidad que supimos construir (o nos han permitido que construyamos). Es ese espacio cruel que distancia la visión infantil con que imaginábamos la vida como esa inmensa cantidad de tiempo por venir con, tras un chasquido de dedos, mirarnos al espejo atravesados por años que nos dejaron a mitad de camino. Siempre han sido, son y serán muchos más los obstáculos y las barreras. La vida, el sistema, la condición humana, el destino, Dios, o cualquiera sea la variable elegida, nos pone de rodillas y sentencia todopoderosa cual será el final de la travesía.
El único pataleo posible está en nuestro interior. Cual poción mágica, hace eclosión dentro de nosotros y emerge volcánica la sensación de rebelión, que toma mil formas hasta definirse como un instinto supremo de supervivencia. Recordamos aquella ilusión, encerrada bajo siete llaves en la inconmensurable profundidad del inconsciente. Hacemos dieta, estudiamos, escribimos, nos cultivamos, pensamos, soñamos más, amamos mejor….Nos levantamos y nos rebelamos mientras nos dure el impulso. Nos apuramos para reinventarnos, recuperando el pulso ilusionado para intentar reescribir los límites y los impedimentos de siempre. Ver cual fue aquella decisión que convirtió en desvío la ruta inicial, entender porque pensamos como pensamos y actuamos como actuamos, y que nos convirtió en esto que somos hoy, quizás sea el antídoto perfecto para desbaratar todo aquello. Dejar de ser espectador de lo que otro dispuso para nosotros. Incomodarnos para recrearnos. Vivir?..
A veces es una maldición cumplir años. O envejecer, como paso siguiente. Te hace pensar y revisar. Te hace pelear por entender sin la certeza de ganar.
A veces, más allá de todo, vale la pena recordar en que preciso instante cambiamos la ecuación. En algún rincón de nosotros se activará, siempre, la rebelión y la supervivencia.
En algún de rincón de nosotros, queda tiempo todavía.
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