Debo olvidarme,
de mis ojos llorosos.
De tu mano saludando.
De las luces de la estación.
Del niño pegando chicles en
el asiento vacío que señala tu ausencia.
Del olor a desinfectante.
Del viejo Guarda
picando boletos al infierno
y del joven rubio
que vende golosinas del cielo.

¿Qué debo olvidar?
¿Lo que viví o lo que vivo?
Se me superponen las imágenes
del ayer y lo que fue.
Del hoy y lo que es.
En este tren de ausencias
lo onírico supera lo cierto.

Sé que deberé aceptar que viví en ti
y que morí en una estación ferroviaria
que alzó sus barreras y
anunció la muerte con silbatos
prediciendo tu viaje de ida.

Caminaré zigzagueante,
entre subidas y bajadas peligrosas,
sobre puentes inseguros
como este tren que avanza trémulo
sobre sus rieles,
alejándome del último atardecer
aprisionada a tu cintura,
de tu rostro mojado por la lluvia,
del pan con uvas que compartimos ayer
sentados en la acera,
mintiéndonos un futuro,
mirando el horizonte,
sabiendo que el tren vendría
para llevarte con él.

María Magdalena Gabetta