Finalmente lo entendí. Luego de golpes varios, dudas a montones, interminables caminatas rumiando, y dolores en el corazón y la cabeza, llegué a la conclusión de que vivir es tan solo la suma de estas cosas. De todas ellas. De mirar, oler, preguntar, aceptar, escuchar, saborear, rechazar, amar, extrañar, recolectar, negar, padecer y disfrutar.
La suma de todas estas cosas debería darnos la fórmula para salir ileso de la odisea de vivir. De esa aventura que nos lleva de rehenes, sin más derecho que el de recorrer y transcurrir. Una carrera sin reglas ni señales que agotará nuestras reservas, nuestros pedidos de auxilio, no tendrá más que dos o tres paradas para recuperar aliento y durará lo que nuestro corazón disponga. Luego será cuestión de saber mezclar, ordenar, sumar, restar, multiplicar o incluso dividir todas ella para intentar que salga lo mejor posible, aunque a esta altura creo que el verdadero salto al vacío es andar la vida sin recetas, animándonos a que el menú no pierda la sorpresa y aceptar que son mínimas las decisiones certeras de las que disponemos, cual balas que se agotan mientras intentamos darle a un blanco imperceptible y que jamás se dejará alcanzar.
O quizás el secreto sea dejarlas ahí, sin tocar. Y apenas se trate de aprender a convivir con aquello que nos toque, ya que lo único realmente importante sea aprender a transcurrir..
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