- No es un bicho fácil, le digo. Pero, si gusta, puede llevarlo – me aclaró.
La recomendación de un vecino me había llevado hasta allí.
Andaba necesitando un perro, y con el dato recibido, me encontraba en ese rancho.
- Tenga cuidado – me dijo el hombre a modo de última advertencia.
Me agaché frente a la cucha que era enorme, y que a priori, parecía estar vacía.
Ahí estaba, acurrucado en un rincón. Y comenzó a gruñirme.
- Ufff, complicado está el asunto – dije en voz baja.
- No es perro pa’ cualquiera. Sin ofender, Don.
- El problema es el tiempo – comenté pensativo – Déjeme un rato con el bicho, que tenemos que hablar.
- Como quiera, Don – contestó confundido.
Apoyé mi mochila en una silla del patio. Me acerqué nuevamente a la cucha, y me senté en el piso, dando la espalda al animal.
Comenzó gruñendo. Yo, sin mirarlo, esperaba.
Unos minutos después, dejó de gruñir.
Luego, comenzó a olfatear.
EL dueño de casa me observaba a través de la ventana de su cocina, con algo de preocupación.
- Claro, porque yo no tengo perro. Estoy solito – dije en voz baja.
Se escuchó como se levantaba y se me acercaba un poco.
- Cómo me gustaría encontrar uno – agregué.
Un instante después pude sentir su hocico recorriendo mi espalda.
- Si encontrara uno, le daría un hueso.
Separé mi brazo izquierdo de mi torso, y acerqué a ese hueco mi mano derecha.
Apenas segundos pasaron hasta sentir su lengua entre mis dedos.
Hice entonces un hueco más grande y él pasó su cabeza.
Pasamos un par de minutos durante los cuales se dejó acariciar, mientras su cabeza reposaba ya en mi pierna.
- Bueno, nos vamos que ya es hora – dije finalmente.
Nos pusimos de pie, mientras él se sacudía quitándose el polvo, como si quisiera desprenderse de su vida pasada.
Agarré mi mochila, y ya en la puerta del rancho saludamos.
- ¡Adios, Jefe! Muy agradecido por el Duque.
- ¿Te gusta el nombre, no? – le pregunté a mi compañero.
- ¡Guauu! ¡Guauu! – dijo moviendo su cola.
Desde la ventana de la cocina, el dueño de casa comentó a su esposa:
- Qué lo parió con el hombre… Hizo su magia.
Ha de ser brujo – dijo ella acercándole un mate.
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Marcelo Arrizabalaga.
Buenos Aires, 13/7/2019.
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