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Visitas

Estaba azul el cielo, era un día lindo, bien soleado. Era un clima conocido, que no tenía secretos para mí. También había conocido a la desconocida muerte, en los cuerpos y en la ausencia de mis dos abuelos. Primero la abuela, y hace unos meses fue la partida de su esposo, mi abuelo.
Se había hecho pasable esta última pérdida para mí que era su nieto, y era yo su compañero más cercano en casa, en todo. El nicho de los dos contenía los cajones, uno alado del otro, abuela ya tenía compañía. Mire a los panteones aledaños, y recordé ese sepulcro que abuelo solía referirme, cuando solíamos visitar a su esposa. El finado aludido había muerto en circunstancias no aclaradas, pero de certeros tres balazos en el pecho, y uno que le destrozo la cara. Así decía el noticiero de la televisión ese día de los hechos. No sé porque me vino ese recuerdo, la negrura de esa historia poco agradable.
Las nubes comenzaban a cubrir el cielo, el sol ya no estaba, reconvine y me pregunté: ¿Qué ocurrencias sin fundamento, y en este tipo de lugar? Vine a visitar a los abuelos y no para traer vívidamente las oscuridades de mis recuerdos. Pero este personaje recordado se llamaba Alirio, y no era asunceno. Abuelo me contaba que era un capanga de Canindeyú. Una persona temida, de presencia poco predecible y seca.
Las personas que visitaban a sus difuntos iban despidiéndose de ellos, era día de visita. Las tumbas me iban aislando de los sonidos exteriores, me estaba quedando solo. A lo lejos se escuchaba los últimos rasguidos de un rastrillo manejado por uno de los empleados del camposanto. Eran las 11:30 de una mañana nublada por nubes muy oscuras a esa hora del día. Los recuerdos de vuelta me significaban lo que siempre abuelo me decía sobre el matón. Me contaba que el convocaba a sus víctimas en días nublados. Suspire y trate de terminar de barrer frente a la cripta familiar; pero estaba mirando de reojo el nicho del matador. El silencio era estruendoso, yo había depositado mis flores para los abuelos, no tenía porque continuar ahí; pero me atraía la pequeña puerta abandonada con floreros de ladrillos rotos. Levante los ojos y me dije:
-No se enteraría nadie si me pasara algo; bueno, me voy, y dejo esos recuerdos oscuros de lado.
El silencio y el carraspeo de dos botas que caminan tras mío me pusieron tenso y atento. Dos botas que no veía, pues mire atrás mío, y no alcance a entender que pasaba. Me puse de espaldas al panteón de Alirio y retrocedí hasta tocar con mis piernas el pequeño nicho derruido. Mire la sepultura de abuela y abuelo casi para pedir ayuda si lo necesitaba.
Luego siento y veo que un cordón de metal está colgado en mi pecho sobre mi camisa, miro y no comprendo que hace ahí. Recostado sobre el panteón derruido del matón de frontera, mis oscuros recuerdos vuelven. Abuelo la última vez que me hablo del asesino Alirio, me había contado que muchas veces no mataba por dinero, mataba porque estaba enfermo del alma. Y el cordón comenzaba a marcar surcos profundos en mi cuello, no podía escapar. Mi sangre comenzó a poner morado mi rostro. Mis brazos y mis manos hicieron el último gesto, y cayeron hacia mis muslos con mis dedos extendidos. Era una fuerza que no era de este mundo que acababa de dejar. Un sepulturero encontró mi cadáver con los pulmones llenos de aire a las 13:30 horas de ese sábado. Era día de visita en el cementerio. Estábamos muchos los que visitábamos el lugar junto con los que lo hacían periódicamente, y que aún vivían en algún cuerpo. Dije que éramos muchos y era así, porque el camposanto se había abierto después de 1947. Y desde que terminó la guerra civil deambulaban por el lugar los extintos como yo, pero sin nuestros cuerpos.

Texto agregado el 12-07-2019, y leído por 125 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
12-07-2019 —Dicen que los muertos, muertos están, pero... pero en cementerios y campos de guerra caminan y murmuran entre los vivos que les llevan flores. —Saludos y abrazos. vicenterreramarquez
12-07-2019 Tremendo cuento. Me dejaste crispada. Un abrazo, sheisan
12-07-2019 Interesante historia de terror, impensable que haya gente que mate por el simple gusto de hacerlo. Un saludo. Klio
 
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