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RECUERDOS DE INFANCIA.


Recuerdo el olor a primavera de mis días de escuela. Me levantaba el sábado sabiendo que tenia dos días por delante en los que no tenía que hacer nada. Mi madre me traía muchas veces el desayuno a la cama con la excusa que ya era demasiado tarde para no estar levantada, pero a mí me gustaba quedarme tapada con las sábanas respirando aquel aire fresco que entraba por la ventana abierta cargado del perfume de las rosas que mi madre cuidaba con tanto mimo.
Me desperezaba con tiempo, no tenía ninguna prisa, no tenía ninguna obligación.

Y ahora, después de algunos años, añoro ese olor a primavera, añoro ese olor a felicidad que entraba por mi ventana, parece que las rosas ya no tengan el mismo perfume que antes, aunque yo también las cuido como mi madre. Parece que el sol ya no sea tan tibio como yo recordaba. Ahora no tengo tiempo para desperezarme y levantarme cuando quiera, ahora tengo tiempo para nada.

Pero las rosas siguen siendo rosas, y el sol sigue siendo el mismo, así que debo ser yo la que ha cambiado. Tengo que buscar ese tiempo para mí, para poder disfrutar de esas pequeñas cosas que hacen que uno se levante con el corazón henchido de felicidad, tengo que volver a pararme a oler el perfume de las flores y mirar al sol de frente y decirle ¡Hola! de nuevo. Tengo que volver a sentir esa felicidad que siente uno cuando es niño y solo sabe vivir el día a día sin pensar qué es lo que nos depara el mañana. Valorar más lo que tengo a mi lado, sentarme a leer un libro sin prisas y saborearlo hasta la última página, revivir esa felicidad infantil e inocente, pasear sin prisa mirando a la gente en lugar de marchar sin ver la vida que transcurre a mi alrededor, permitirme el perder un tiempo escuchando mi música, en definitiva, vivir más para mí misma, ser más egoísta si es necesario.

El paso del tiempo y el nacimiento de nuestros hijos nos hacen crecer mucho, vemos pasar el tiempo a través de ellos sin darnos cuenta que ese tiempo también ha pasado para nosotros. Un día nos levantamos y nos damos cuenta que casi hemos dejado de ser la persona para pasar a ser la madre o la esposa. Y yo quiero volver a ser yo. Siendo madre y esposa, pero reivindicando mi derecho a desperezarme por las mañanas y respirar el perfume de las flores, a dejar que el tibio sol de la mañana me caliente el alma y me vuelva a hacer sentir esa felicidad que a veces siento demasiado lejana.

Texto agregado el 29-09-2004, y leído por 831 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
29-09-2004 sugerente añoranza prometedor futuro. salud. Manolo armayones2
 
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