- No te entiendo- Dijo Manuel, llevándose las manos a la cabeza, para acomodarse el cabello.
- ¿Qué cosa no entiendes?- Preguntó ella, sentada con un cigarro sin encender en la mano, mientras buscaba el encendedor en el bolso, con una calma casi desesperante.
- Yo no voy a cambiar más cosas por ti, Laura.
- ¿Por mí? ¿Qué cambiaste por mí?
- Cambié muchas cosas Laura. Cosas que yo no quería cambiar. Cambié mi trabajo, mi casa, mi vestimenta, las rutinas de fin de semana, mi alimentación. Hasta mis hobbies los cambié. ¡Por ti!
- ¿Por mí?- preguntó ella con una sonrisa irónica.
- Si, por ti. Y yo te pido que cambies una cosa... ¡Una sola! Y tu me dices que prefieres cortarla. Después de todo lo que cambié yo para estar contigo- Alegó con un dejo de tristeza e insatisfacción- ¡No te entiendo!
-¿No me entiendes? Pero si soy yo la que no entiende. ¿Cambiaste por mí, dices? ¿Por qué cambiaste, si no querías cambiar?- Hizo una pausa para encender el cigarrillo, ya no hablaba amablemente, su tono de voz se había vuelto más serio y duro - Yo nunca te pedí que cambies, Manuel. Ni siquiera una mínima cosa te pedí. Yo me enamoré de ti antes, ahora eres un tipo tan distinto. ¡Y no digas que es por mi! Yo no te pedí que cambiaras. Y si sentiste que te estaba forzando a cambiar contra tu voluntad, tendrías que haber sido tú el que la cortara, cuando te diste cuenta. No esperar a que yo me arme de coraje, no pedirme a mi que cambie cuando no quiero hacerlo. Tú tendrías que haberme cortado si no querías cambiar. Entonces el malo de esta historia serías tú. Y no yo. ¡Nos hubiéramos ahorrado tanto!