Caminata

Ayer de noche camine y encontré dos senderos. Uno de ellos me llevaba a caminar por el frío, y esta senda no me dejaba que toque la belleza del imperturbable vacío. La otra senda me invitaba a caminar con el frío, el frío de la noche que jugaba con las tenebrosidades de la calle.
¡Es una fiesta!, y sonreí cuando vi que concurrían las oscuridades de la calle junto a las sombras de los árboles que reían sobre la vereda. Y también estaba mi sombra que centelleaba, que quería incendiar y bailar así como bailaban las baldosas amarillas con las hojas de los árboles sobre el atajo.
La canción que escuchábamos todos era lo glamoroso de una pequeña noche asuncena. La oscuridad vaga encendió sus mejores ropas para el festejo, y la noche cantaba tanto como un día iluminado.
Los ruidos fríos servían y daban palmas en este sitio tan concurrido y lleno de manjares. No hacía falta cannabis ni whisky para que la ropa fría sea compañía, y para que sonría el trapo por este lugar lleno de hermosura y algarabía.
No sé cuándo será la próxima fiesta. No sé si seré invitado de vuelta. Solo recuerdo que dije: ¡Gracias!, y entre a casa. No sé si fue a la noche o fue un sueño. La calle me lo contará mañana.