A veces, solo a veces, por las noches salgo a deambular por los tejados de mi reino. Y no sé si tendrá que ver o no eso de la “curiosidad del gato”, pero se escuchan cosas interesantes, y alguna que otra reflexión profunda.
Días atrás, pasaba cerca de una ventana y escuché a dos personas dialogando. Eran una mujer viuda y su yerno.
Ella comentó que un amigo de su ya difunto marido se le tiró un lance.
El yerno le preguntó por qué no aceptó, y ella indignada le dijo que de ninguna manera, que a sus más de setenta años no iba a andar en esas cosas y que echó al presunto pretendiente.
Que como el que en vida fue su esposo no hubo, ni había ni habrá otro y loas varias al finadito.
El yerno insistió en que en realidad debería buscarse uno más joven de unos treinta años. Y ella continuó indignada y refunfuñando sin darse cuenta de que su detestable yerno le estaba tomando el pelo…
Se hizo un silencio, y finalmente, mientras me iba escuché al yerno decir: “estoy seguro de que su marido, de haber estado en su lugar, hoy estaría revolcándose con alguna mujer de treinta”.
Y sí, pensé, la venganza del yerno tiene un sabor tan dulce…