He renunciado a ti, dice Atlas al mundo, ahorcado por tan magna condena y esta vez para siempre, decidido estoy a entregarme a la fantasía de amor plena. Irguió sus inmortales piernas pese al supuesto castigo por su desacato, con mirada llena. Lanzo al mundo como una pelota, alzo sus espaldas sobre el Olimpo, irrumpió la divina cena, tomo a su amada Pléyone, salto al vacío hacia el cileno y, miro atrás viendo acercarse como tromba el final anunciado. Luminoso atravesó su pecho, quemando en él, la marca que por atavismo lleva. Y en un beso presuroso forjo en la historia de los dioses, la rebelión de un amor suntuoso, que dio vida al desplayarse sobre tierra, a un océano hermoso.
Vigilado desde las infinitas alturas y brotadas por las mismas entrañas del mar, las Pléyades, bellas y esplendoras, a las que nunca Orión, muerte ha podido dar.
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