Antes de salir a escena, Gerardo sentía que empezaban a crecerle las manos. Le crecían tanto que ya no las podía esconder en los bolsillos. Y no solamente era el tamaño sino también la extraordinaria fuerza que adquirían. El personal del teatro, especialmente los utileros, le agradecían a Gerardo que les diera una mano con algún elemento bastante pesado de la escenografía. Cuando el asistente del director lo veía colaborando con una enorme porción de decorado, se quedaba admirado de que ese hombre fuera uno de sus mejores actores. Por lo menos era el más comprometido, el que siempre llegaba temprano y el que se iba a lo último.
Al principio nadie lo decía abiertamente, pero la obra iba ganando notoriedad y acumulando elogios de la crítica, gracias al desempeño de Gerardo. «El hombre del pantano» empezó a convocar a un público cada vez más numeroso y variado. En ese momento aparecieron los sponsors para invertir más dinero y aumentar las exigencias de la troupe. Incluso el director decidió contratar la sala de un teatro más grande, con nada más y nada menos que 700 butacas.
A ninguno de los actores le sorprendió que el día del reestreno, Gerardo se presentara feliz. Además de las manos, ahora también le habían crecido los pies, y nunca antes el hombre del pantano había tenido mejor intérprete. La platea entera se rompió las manos para aplaudir las escenas donde Gerardo se entregaba de cuerpo y alma en su papel. Incluso el olor que despedían sus manos y sus pies hacían creer al auditorio que estaban en un verdadero pantano. Sin embargo, no satisfecho con eso, a la cuarta función, Gerardo ya parecía otra persona, ¿persona? El vestuarista y la maquilladora ahora se limitaban a hacerle algunos pequeños retoques, porque Gerardo ya casi no era Gerardo. Además de gruñir todo el tiempo, también arrastraba algas y sus extremidades estaban húmedas y chorreantes. Pero era feliz, porque firmaba muchos autógrafos y ganaba dinero.
Finalmente Gerardo alcanzó la perfección interpretativa. Sus compañeros ya no eran capaces de reconocerlo en ese cuerpo cubierto de líquenes y sedimento. Ahora sus gruñidos eran constantes e interrumpían las conversaciones de camerino. Pero nadie lo quería contradecir porque conocían su mal carácter y fuerza descomunal. Ante las quejas continuas, le director empezó a buscar la manera de deshacerse de él aunque Gerardo no escuchó argumentos. Se limitó a aplicarle un fuerte golpe en la cabeza. Entonces el hombre del pantano escapó rompiendo las paredes a su paso, perseguido por la policía.
Los testigos luego afirmarían haberlo visto intentando secuestrar a una hermosa muchacha. Pero después de varios meses ya nadie sabía de él. Los rumores decían que por las noches recorría las calles sin descanso, intentando regresar a su casa.
En el teatro rápidamente le encontraron reemplazante. |