La herencia
En una operación descabellada, dejaron a Matias en la casa de la tía Eva. Sucedería que ella haría el testamento hacia uno de sus dos sobrinos, todavía no se había decidido, por cual, ya que era soltera y no tenía herederos.
Aunque para ella era cierto que ninguno merecía su herencia, no le quedo más remedio que testamentar hacia uno de ellos, sino se lo llevaría el estado y eso era, por sobre todas las cosas, inútil.
A Matías lo llevaron de casa en casa para que escogiera las mejores. Había varias casas que la tía Eva tenia, para heredar a sus dos sobrinos. Ella había amasado su fortuna, no casándose con nadie pero mediante artilugios ilegales, se ha había apropiado de las casas de ciertos mecenas, porque en su más tierna juventud había sido artista plástica, y muy bella además.
Había llegado el motociclista con estrictas instrucciones del escribano para que la tía Eva pusiera su rúbrica, sin leer siquiera lo que firmare. Había traído consigo los libros rubricados, y la tinta correspondiente para tales protocolos.
Y así lo hizo, ya que noventa y ocho años no le permitían leer.
Cuando salió la moto en forma rauda, se escucho la voz del sobrino Matías gritando que aquella había sido la casa equivocada, ya que había una mansión en Marbella que el codiciaba más que todas las otras.
Sin saberlo Matías su tía le había testamentado a su hermano, discapacitado mental las otras casas, solares y mansiones, y el setenta por ciento restantes, a aun hogar para chicos con deficiencia cognitiva.
Los testigos fueron reclutados de la calle, y dieron fe, que la tía de noventa a ocho años estaba en sus cabales.
Lo que no sabía nadie es que el motociclista era otro hermano de Matías hijo de un amante de la anciana, que había quedado en el más absoluto de los olvidos, hasta este trascendental instante en que fue resuelto el futuro económico de las heredades de estas tierras.
|