En el Valle de Marte
Capítulo I. El Comienzo
El reloj marcó las seis y diez de la mañana cuando ya montado sobre mi moto me puse el casco. Por delante tenía mil ochocientos treinta y tres kilómetros por recorrer, llevaba todo lo necesario para la travesía. Había revisado todo una y otra vez según los consejos recibidos de quienes saben de travesías en moto.
Encendí el motor, puse primera e inicié el viaje, cuatro cuadras por la avenida Directorio, girar a la derecha y una cuadra más hasta subir a la autopista 25 de Mayo. Recién empezaba a querer clarear, el cielo se iba a llenar de Sol en pocos minutos. En sentido contrario veía la larga fila de vehículos en su diario y rutinario trajín hacia el centro de la ciudad.
De vez en cuando observaba hacia mi derecha, allí debajo de la autopista, las ventanas aún iluminadas de quienes empezaban su rutinario día, las coas de los árboles, las calles y avenidas despertando. Los barrios empezando a moverse. Las copas de los árboles del Parque Chacabuco.
Llegué al primer peaje y de allí rápidamente a la avenida Gral. Paz ya más congestionada. Minutos después ya estaba circulando por la autopista Panamericana con destino a mi primer parada, alguna estación de servicio para tomar un café. El aire templado primaveral se colaba en mi cara a través del casco.
Parada rápida y a devorar kilómetros nuevamente, pasar por Escobar, Campana, Zárate, hasta la próxima parada en las afueras de Rosario y desde allí tomar la aburrida y peligrosa ruta 34. Aburrida porque su paisaje era monótono, chato, y peligrosa por la gran cantidad de camiones que por allí circulan además de su regular estado. Cuando se viaja sobre dos ruedas hay que estar atento al más mínimo desnivel del asfalto o se terminará en una zanja con toda seguridad.
No había decidido donde pasar la noche aún, solo que conduciría no más de ocho horas. La distancia a recorrer, si se hacía sin escalas, requería veintitrés horas de viaje. Imposible para mí, así que viajaba relajado y sin apuro alguno, disfrutando, guardando en mis retinas todo el paisaje por más monótono que fuera. Algún pescador solitario a la vera de un arroyo, cosechadoras en plena acción y cosas por el estilo.
Pasadas seis horas de ruta llegué a Santa Clara de Buena Vista, un pequeño pueblo santafecino de aproximadamente tres mil quinientos habitantes, donde no llamó mucho la atención mi presencia debido a que allí se realizan carreras de motos todos los años
Paré frente a un kiosco de diarios, le pregunté al encargado por un lugar donde pasar la noche y comer algo. Así fue que llegué a un pequeño hospedaje al que suelen ir los corredores de motos.
A primera hora de la mañana siguiente desayuné liviano y me preparé para el siguiente tramo, el objetivo era llegar a Ceres recorriendo así un poco más de novecientos kilómetros. Guiado por el GPS fui zigzagueando por caminos de todo tipo, algunos regulares, otros peores. Mi Bandida Rural –así bauticé a mi moto Harley Iron 833- lo soportaba todo.
La ciudad de Ceres en el límite entre Santa Fe y Santiago del Estero también es un sitio rural, pero con cuatro o cinco veces más pobladores. Allí haría otro alto y luego seguiría hasta La Banda y de allí finalmente a la Tacita de Plata: San Salvador de Jujuy.
A media tarde del cuarto día del viaje arribé a San Salvador de Jujuy. Allí me alojé en el hostel de la calle San Martín a un par de cuadras de la plaza principal, donde está la casa de gobierno y lo más bello de ella: las esculturas de Lola Mora que la rodean. Ya conocía el lugar y la gente de allí era muy atenta.
Me quedé allí para reunirme con viejos conocidos con los que nos juntábamos a comer asado cada vez que se daba la oportunidad. Aproveché para hablar con Mingo para que me aconseje sobre la mejor ruta para llegar a Cusi Cusi previo paso por Volcán.
La reunión fue muy divertida como siempre, escuchando anécdotas de la barra, chismes y demás historias de infidelidades. Era principios de setiembre y ya estaban planeando el carnaval del próximo febrero. A veces creo que los jujeños soportan el año esperando a que llegue el carnaval, que no dura cuatro días, allí empieza a palpitarse un mes antes y finaliza una semana después. Pero es durante los cuatro días de los festejos en que viven machados y buscando con quien aparearse como lobos en celo.
Dicen las malas lenguas que si tiene sexo en Jujuy una sola vez, es como si lo tuvieras con todo Jujuy. Pueblo chico, infierno grande. Y tiene la calle peatonal más larga del mundo, tiene apenas una cuadra pero se pueden tardar horas en recorrerla porque allí te encuentras con todos y todas.
Personalmente lo que a mí más me molesta es la enorme desigualdad social que hay, la explotación del llamado “establishment” u oligarquía jujeña de las familias con menos recursos, las cuales agachan la cabeza para tratar de sobrevivir. Y ni hablar de la violencia del hombre sobre la mujer, la cosificación de la mujer, lo cual hace a las mujeres de allí más taimadas.
A veces uno no se explica por qué determinada mujer está con algún fulano, y generalmente hay una cuestión económica detrás, y nada más. Un continuo escapar del machismo que las oprime desde siempre, aunque muchas de ellas se rebelen cada día más.
A la mañana siguiente a bordo de mi Bandida Rural enfilé para Volcán y hacer una parada para saludar a la Nena, su esposo y almorzar con ellos. Otra vez la charla de sobremesa y enterarme de las novedades de ese pequeño pueblito con menos de quinientos habitantes, las consecuencias del último alud, sus víctimas, las promesas incumplidas del gobierno para la reconstrucción y demás penurias. Antes de partir pasé por la casa de Carmen a comprar las mejores empanadas que jamás he probado.
Tomé por la serpenteante ruta 9 a lo largo de la Quebrada de Humahuaca, pasé por Tumbaya, Purmamarca, Tilcara, Humahuaca y demás localidades que están a su vera hasta llegar a Abra Pampa, donde empieza la Puna y termina la quebrada. Allí por la ruta 11 hasta empalmar con la ruta 40 y arribar a media tarde a Cusi Cusi. Me habían recomendado la Posada El Rincón que dicho sea de paso es la única que hay allí. Su propietaria Florinda es además de muy atenta una cocinera excepcional de los manjares autóctonos, en especial del locro. Su esposo Toribio es el dueño de un precio en el valle de la Luna o de Marte y realiza visitas guiadas. Con él me asesoré respecto del lugar.
Cusi Cusi se encuentra a tres mil ochocientos metros sobre el nivel del mar. Allí falta el oxígeno para quien no está habituado y el aire huele como a gas. Uno camina lento así haya pasado varios días en el lugar. Cuesta adaptarse a la altura.
Toribio me recomendó lugares para tomar buenas fotografías, pero ¿era ese mi objetivo? ¿Por qué había recorrido más de dos mil kilómetros hasta allí?
Siempre me había intrigado ese yermo lugar que es la Puna, pero sucedió que había visto una foto en la cual sobre sus cerros rojos, en el cielo azul se veía un objeto que no podía ser un avión, o es zona por donde haya rutas aéreas, de hecho en Jujuy casi no hay aviones. ¿Era un O.V.N.I.? Ni idea, francamente no lo sabía ni me había puesto a averiguar nada al respecto. Soy de los que cree que existen otras civilizaciones en el Universo, pero que también descreen en que tengan algún interés especial en los humanos. Lo cierto es que ese lugar me intrigaba desde hace años, y más aún cuando Toribio me recomendó no ir a determinados sitios del Valle de Marte. Así que hacia ellos fui.
Amaneció claro y fresco el día en Cusi Cusi. Parado en el frente de la posada miré hacia el Oeste, la cordillera de Los Andes dominaba el horizonte con sus cumbres nevadas, detrás la cordillera Chile, Tocopilla y el océano Pacífico. Estaba preparado para mi aventura que consistía en pasar una noche en la Puna y creía tener todo el equipo necesario para soportar las bajas temperaturas de la zona que suelen descender hasta diez grados bajo cero o más durante las noches.
Recuerdo que Patylú una amiga de Tijuana se reía cuando le decía que allí por las noches las estrellas parecen estar tan cerca que uno tiene la sensación de poder tocarlas con solo estirar los brazos hacia ellas. Eso es lo que yo sentía, y que además remarcaba mi pequeñez, esa humildad ante el Universo nos obliga a caer.
Subí a mi moto y puse proa hacia el Valle de Marte situado a pocos kilómetros del lugar.
Apenas arribé a la zona “prohibida” me senté sobre una roca y solo me dediqué a mirar, a llenar mis ojos con el paisaje teñido de tonos rojos y altos acantilados con sus franjas multicolores producto de millones de años de actividad volcánica y del viento. Dicen que alguna vez esa zona fue el fondo de un mar, de hecho se han encontrado fósiles de caracoles marinos. Además se pueden descubrir en la zona muchos vestigios de antiguas civilizaciones como la Inka y sus testimonios pictóricos o pucarás abandonados. Alguien con la experiencia y conocimientos necesarios podía distinguir lo natural de lo arqueológico y hasta encontrar sepulturas milenarias con sus cuerpos momificados.
Luego de mi momento de éxtasis y comunión con el paisaje procedí a armar mi carpa, casi al pié de la pared de un acantilado donde estaría protegido del viento, a pesar del riesgo de algún deslave ante el menor movimiento sísmico local o relativamente alejado. Creo que es verdad eso de que nadie muere en las vísperas, así que no podía estar pendiente de todos los eventuales accidentes naturales que pudieran acontecer.
Almorcé las empanadas a la señora Carmen en Volcán y abrí una botella de vino Malbec sanjuanino que había comprado especialmente para la ocasión. Estaba en algo así como el Paraíso.
Me metí dentro de la carpa, me abrigué y me dediqué a dormir la siesta obligada por el Malbec esperando a que anochezca para el gran espectáculo que anunciaba la falta de nubes.
Empezaba a anochecer y la luz fija delataba la presencia de Júpiter y Saturno tratando de disfrazarse de estrellas como Altair o Vega a su lado. Era realmente extraordinario estar allí y ver a toda la Vía Láctea atravesando el cielo nocturno, sentí que quería quedarme allí, en ese instante para siempre, a pesar del frío que ya calaba mis huesos.
Ingresé a la carpa para tomar un poco de calor y un café caliente bautizado por una copita de cognac… y me dormí profundamente.
Un leve temblor me despertó a eso de la una de la madrugada, presentí que se trataba de un sismo y salí de inmediato de la carpa. Ya más tranquilo noté que se trataba solo de un zumbido, pero lo que me desconcertó fue el tono azulado que todo tenía a mí alrededor, era noche de Luna nueva por lo cual todo debía estar dentro de una oscuridad total. Alcé mi vista al cielo nocturno y allí estaban los planetas y las estrellas… como exactamente cuatro horas antes, volví a mirar mi reloj y daba la una y quince minutos exactamente. Era como si todo a mi alrededor se hubiese detenido en el tiempo, y ya no hacía frío sino que por el contrario la temperatura era más que agradable… ¿estaba soñando o qué?
Y ese zumbido que parecía ir creciendo…
Giré sobre mis talones con la intención de tomar mi cámara y filmar, registrar toda esa situación por demás extraña, pero al hacerlo observé un haz de luz azul que parecía salir de la base del acantilado, me aproximé con cautela hasta el punto exacto y sin saber cómo ni por qué la tierra bajo mis pies pareció abrirse y empecé a caer como deslizándome por un tobogán. Luego perdí el conocimiento.
Abrí los ojos y mi primer reacción fue a de mirar mi reloj, eran la una y quince, no había transcurrido ni un solo segundo desde que toda esta trama se había iniciado.
La luz azulada inundaba esta especie de caverna en la que me encontraba, aunque parecía no tener techo, o al menos no lo divisaba, hacia arriba todo era oscuridad. Divisé distintas formaciones de piedras que parecían estar dispuestas en sus posiciones artificialmente, además cuando me acerqué a ellas noté que estaban perfectamente talladas y pulidas, eran de forma rectangular y de variados tamaños, unas más altas, otras más bajas, unas parecían de cuarzo blanco y otras de obsidiana por su color azabache inconfundible. La piedra de color blanco, la de cuarzo, tenía frente a sí otra piedra menor con forma de sillón o trono. Me senté en ella y noté que no era lo dura que esperaba, por el contrario se sentí muy mullida y a medida que me acomodaba en ella sentía que se amoldaba a mi cuerpo… ¿qué carajos era todo esto? ¿Qué estaba sucediendo y dónde estaba?
La roca a mi frente empezó a iluminarse suavemente y empezaron a revelarse signos inteligibles para mí, como si fuesen antiguos jeroglíficos o al menos parecidos a ellos, pero muy distintos a los egipcios. No era yo un entendido en el tema, pero los había visto muchas veces en la caja boba. Del lado izquierdo había un círculo que por su apariencia se asemejaba a un reloj, deduje que los símbolos eran los equivalentes a nuestros números, pero con una diferencia: en este artefacto estaba dividido en lo que supuse que eran trece horas, y los minutos eran cincuenta y dos. Todavía no salía de mi asombro e incredulidad cuando recordé como me había deslizado hasta allí, pensé en mi moto, en mi carpa y sin entender cómo, de pronto observé que allí afuera estaba todo en orden… ¿allí afuera?
De a poco iba saliendo de mi confusión, convencido de que no estaba soñando, pero me asaltaban más y más dudas a cada segundo que “no pasaba”.
Me sentía cómodo allí apoltronado, sin frío, sin calor, sin hambre ni sed… y en paz, a pesar de las preguntas sin respuesta me sentía en paz.
Empecé a entrar en una especie de ensueño, tal vez por lo apacible del lugar. Poco a poco eso que había sido un zumbido empezó a transformarse en una voz suave pero firme, giré mi cabeza buscando su procedencia sin resultado alguno…
- No temas
- ¿Quién sos? ¿dónde estoy?
- Tranquilo, voy a responder a todas tus dudas…
- Bien empecemos por el ¿quién eres?
- Soy todo y nada al mismo tiempo, no soy un ente físico, estoy en todas partes pero no soy un dios
- No entiendo mucho, o mejor dicho poco o nada.
- Ya comprenderás, si quieres.
- Ponele que sí, ¿te puedo tutear verdad?
- Puedes. Háblame como si te hablaras a ti mismo,
- ¿Dónde estoy?
- En un lugar sin tiempo,
- Eso lo imaginé al ver mi reloj que aún marca la misma hora ¿esto es un sueño verdad?
- No, no lo es, lo que ves es real
- ¿Por qué estoy aquí?
- Más bien deberías preguntar “para qué” estás aquí, por qué ya lo sabes, viniste solo, por tu propia voluntad, a pesar de las advertencias
- Eso es cierto, entonces ¿para qué estoy aquí?
- Tú tienes un profundo dilema con un asunto en especial ¿verdad?
- Con varios temas, no solo uno,
- Sí, pero en todos hay una raíz, un factor común…
- ¿Cuál?
- La Justicia, ese es tu principal dilema, de qué se trata, qué es, si se puede ser enteramente justo o no, si se trata de justicia o venganza lo que se busca…
Y eso era verdad, siempre abogué por la justicia en este mundo tan injusto pero al mismo tiempo veía a las víctimas que al pedir justicia en realidad buscaban venganza.
- ¿Estoy aquí para conocer algún tipo de verdad absoluta al respecto?
- Un poco más que eso,
- ¿Cuánto más?
- La verdad absoluta no existe, pero vas a tener la oportunidad de decidir qué es justicia y qué no.
- ¿En qué sentido?
- En todo sentido.
- ¿O sea que salgo de aquí y empiezo a hacer justicia por mi cuenta? Voy a durar nada…
- No hace falta que salgas de aquí, aunque eres libre de ir y venir a tu antojo.
- Sigo sin entender…
- ¿Qué es lo más rápido en el Universo?
- La luz, aunque dicen que hay otras formas más rápidas de moverse.
- No te guíes por la ciencia humana solamente. Eso es el mundo físico.
- Difícil hacer justicia espiritual
- Me refiero a otra cosa, por ejemplo ¿cuál es tu estrella favorita?
- No es una sino varias, me refiero a las Pléyades.
- Bien, entonces cierra los ojos y piensa en ellas, visualízalas
- De acuerdo… ya está.
- Ahora con los ojos cerrados piensa en la estrella más cercana, Sol…
- Ok… ya está también.
- ¿Qué te dice eso?
- Por ahora, nada…
- Dime ¿cuánto tiempo demoraste en pensar en las Pléyades y cuánto en la Sol?
- Lo mismo…
- Pero las Pléyades están a 440 años luz, y la Sol a solo 8 minutos luz ¿entiendes ahora?
- Solo que tardé lo mismo en pensar en unas y otro…
- Exacto. Si con tu pensamiento llegaste a uno u otro lugar demorando lo mismo…
- … el tiempo y la distancia no existen para la velocidad del pensamiento…
- ¡Bien! Ya vas comprendiendo. Puedes viajar a cualquier rincón del Universo cuando quieras.
- Sí, pero solo con mi pensamiento.
- Aquí viene lo interesante: puedes hacerlo no solo con tu imaginación, es más puedes recoger testimonios, materiales y traer lo que se te ocurra…
- ¿Dices que puedo ir dónde quiera, inclusive sin límite de tiempo hacia el pasado y el futuro?
- No es tan así, hay límites en cuanto al pasado y reglas para no cambiarlo. Y hacia el futuro no se puede ir porque lo más avanzado en los hechos es el presente. Además respecto al pasado hay reglas que impiden modificarlo, reglas que nadie impuso, solo existen naturalmente.
- Empiezo a entender, pero no tengo idea de cómo se hace.
- Para ello tendrás que aprender a manejar las herramientas que tienes frente a ti, si es que decides hacerlo.
- ¿Y eso sería cuándo?
- En un momento saldrás de aquí, y llevarás contigo este medallón de cristal. Cuando decidas qué hacer deberás apretarlo con fuerza en tus manos, y te traerá de regreso. Ahora vete ya…
Entonces aparecí nuevamente en mi carpa, siendo ya de día, casi las once de la mañana ¿habían pasado ya diez horas? Estaba nublado y frío. Recogí mis cosas y me dirigí a Cusi Cusi de inmediato.
Noté que al llegar los lugareños me miraban raro…
- ¡Amigo! ¡Qué bueno verlo! Estábamos muy preocupados por usted…
- No es para tanto Toribio, fueron solo unas horas…
- ¿Unas horas? Hace una semana que lo estábamos buscando, hasta la policía y la Gendarmería lo buscaron…
- ¿Cómo dice?
- Mire el diario de hace cinco días atrás…
Efectivamente, en la tapa se leía: “Se busca a un turista desaparecido en Cusi Cusi”
Disimulé y le dije, que había estado acampando, que no me había perdido.
Volví a ocupar mi habitación en la posada y a almorzar las delicias que hacía Florinda. Era inevitable ver las caras raras de todos a mi alrededor, como si yo fuera una especie de “aparecido”, lo cual era cierto, después de todo me buscaban desde hace una semana.
Ni bien terminé de almorzar vino a verme el policía del pueblo, y me interrogó respecto de dónde estuve, que hice, si estaba solo, etc. etc.
Supongo que sospechaban algo referido al narcotráfico, por lo tanto antes de que me pregunte nada más le mostré las fotos del lugar donde estuve, y le pedí que revisara todo mi equipaje. Insistí y lo hizo. Solo me comentó que no entendía como no me vieron si anduvieron con baqueanos y todo por la zona, incluyendo a Toribio. Lo miré como diciendo que no tenía idea de por qué no me vieron. Finalmente cual sheriff del Far West me preguntó cuánto tiempo más me quedaría, a lo cual le respondí que hoy mismo me iría hacia La Quiaca. Eso lo tranquilizó y se fue tan tranquilo como llegó.
Ahora me estaba frente al tomar una decisión difícil. Algo me decía en una oreja que acepte el poder que se me ofrecía y en la otra sonaban las dudas ¿serás capaz?
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