Telésforo Basante vivía atormentado por todas las maldades que había hecho, tan atormentado que estaba a punto de suicidarse, muy adentro de su consciencia había algo que lo martirizaba. Había ensayado todas las formulas habidas y por haber para poner en paz su espíritu, pero no lo conseguía, hasta un exorcismo le hicieron pero nada, no había ningún diablo en su alma.
Otros decían que no había hecho nada malo, simplemente quería aparentar algo que no era y que le tuvieran miedo, pero la gente no le tenía miedo ni salían corriendo cuando lo veían, es más, muchos hasta risa les daba verlo con esa pinta tan estrafalaria de punkero caído en desgracia. Tenía un corte de pelo en forma de cresta, en la oreja en lugar de arete llevaba un candado pequeño y una chaqueta de cuero con muchos taches, botas de militar y un jean con rotos.
Se caracterizaba por andar con una grabadora al hombro, siempre la llevaba prendida, escuchaba música de Zepelin, Jim Morrinson y otros cantantes de ese tipo. Un buen día decidió ir a confesarse con el padre Remigio, un cura de setenta años, párroco de la iglesia de Santa Marina, allá en un pueblo del Valle del Cauca. El padre no gozaba de buena reputación, no era un ministro de Dios sobre la tierra, sino un vividor que había hecho una gran fortuna con el cuento de la palabra de Dios, pero obras no había hecho ninguna.
Telésforo Basante llegó a la capilla, antes de entrar apagó la grabadora, la guardó en un maletín, se fumó un cigarro de marihuana afuera de la iglesia y tan pronto lo terminó de fumar ingresó al templo, el padre estaba confesando a los feligreses, antes que le tocara el turno tuvo que esperar a que el padre confesara a siete hermanos que habían sido víctimas de sus debilidades y pasiones.
Después de una hora le tocó el turno, se acercó a la ventana del confesionario, saludó al padre, el padre también lo saludó y le pidió el favor de que empezara a confesarse. Telésforo empezó a contarle sus pecados, pecados que no pasaban de ser pequeñas travesuras, travesuras sin importancia como decir hijueputa cada rato, desear la mujer del prójimo, fumar marihuana, pelearse con sus hermanos, quienes le decían que se vistiera decente y no anduviera haciendo quedar mal a la familia, en fin, que Telésforo Basante era una santa paloma y nada que ver con lo que aparentaba ser. El padre Remigio ya se estaba fastidiando con tanta ridiculez y se aprestaba a dejarle una leve penitencia y darle la bendición, justo en ese momento telésforo basante le dijo:
-Padre, usted nunca me va a perdonar por lo que he pensado hacer desde hace mucho tiempo.
El padre lo quedó mirando con compasión y le dijo:
Hijo mío, no pienses esas cosas, yo sé que aquello que has pensado no es nada malo, cálmate, reza veinte padre nuestros y vete en paz a tu casa.
Telésforo Basante volvió a decir:
- No padre, es muy grave lo que he pensado hacer y usted no me cree.
El padre lo miró con amor, hasta abrió la ventana del confesionario y le tomó una mano.
Telésforo Basante, volvió a decir:
-Padre es tan grave y usted no me cree, sólo le pido perdón por lo que he pensado hacer, me perdona padre.
El padre no quería perder más tiempo con telésforo y le dijo:
- Claro que te perdono hijo mío, vete en paz.
A telésforo basante se le iluminó el rostro y sin mediar palabra sacó una pistola que llevaba en el cinto y le pegó seis balazos al padre Remigio, pues hacía muchos años había violado a su hermanita menor.
AUTOR: PEDRO MORENO MORA
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