Nadie te enseña nada.
Nadie te enseña a ser vaca.
Nadie te enseña a volar en el espanto.
Mataron a miles de compañeros y nadie te enseña
a hacerlos de nuevo.
Juan Gelman
Juan me trajo el libro, tiene poesías de varios autores, leí algunos casi por obligación, sé que Juan lo hace para distraerme, para sacarme de la apatía en la que me encuentro inmersa, pero no vaya a creer que siempre estoy triste, hay cosas que me alegran aún, muchas. Gracias a Dios no he perdido la facultad de asombrarme ante la naturaleza ni me han dejado de conmover las risas de los niños o la ternura de las parejas enamoradas que veo pasar frente a mi jardín. Pero los recuerdos, ah, los recuerdos; cuando me invaden me sumen en esta apatía de la cual me cuesta tanto salir, entonces Juan hace todo lo que cree podría sacarme de ella, me lleva a pasear a la costa o me trae libros para distraerme, sabe que adoro los libros, como este libro de poesías que estuve ojeando desganada, hasta que de pronto leí ésta, esta misma que le muestro para que usted vea como ese hombre puede escribir lo mismo que mi alma siente, lo mismo que mis pensamientos traen constantemente a mí y que es sin lugar a dudas saber que algunas cosan ya no tienen retorno, que lo que tenía que ocurrir ocurrió. Porque es verdad lo que dice desde sus primeros versos, nadie nos enseña nada, nadie nos enseña a ser vaca, nadie nos enseña a no sucumbir al espanto ni nadie nos enseña que libertad es una palabra difícil de digerir para quienes no la practican.
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- Corré Mercedes, corré y saltá la tapia, corré mierda, no te quedés Pablo me azuzaba como a un caballo y yo corría despavorida, la tapia parecía lejana y altísima, pero corrí, salté y seguí corriendo, después me di cuenta que Pablito me había levantado en el aire para que yo pudiera saltarla. Sola nunca lo hubiera logrado, pero él no saltó.
Corría y rezaba padre nuestro, padre nuestro
. carajo, no recordaba el padre nuestro los disparos se escuchaban cercanos y los gritos también. Corré Mercedes mi hermano me lo había ordenado y yo corría ¿a dónde? ¿qué pasaba que ellos no corrían al lado mío? ¿dónde estaba Pablo? ¿dónde estaban todos?. Una puerta se abrió y un hombre me metió dentro de un empujón. Tengo miedo. Callate pendeja, no grités, cállate que te vamos a ayudar- . Gente con cara de dormida, asustados ¿y Pablito? - pasá, pasá al fondo, saltá por esa ventana y rajá, olvidate que te ayudamos- y yo seguí corriendo.
- Señor, diosito, tengo diecisiete años y tengo miedo - corro y corro Si nos descubren no vayas a casa, escondete en otro lugar, andá a esta dirección, te van a ayudar. La dirección, la dirección .... la olvidé - Mamá. papá, quiero volver a casa y no puedo, mamá tengo miedo. ¿dónde están todos?
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Ah los recuerdos, los recuerdos no me abandonan, aún veo sus rostros, sólo queríamos libertad, solo queríamos ir a la villa a ayudar a los más necesitados, queríamos ir a la universidad y discutir de política, hacer lo que hicieron nuestros abuelos y nuestros padres, recorrer el mundo cantando libertad, éramos unos locos soñadores y
¿le conté que yo tenía diecisiete y mi hermano veintitrés? Nunca lo volví a ver, nunca volví a ver a ninguno de ellos y cuando volví de la mano de Juan, otro fugitivo como yo que conocí en el destierro y que nunca me abandonó, los busqué por todas partes, veía sus rostros pero no eran ellos y
. ¿sabe qué? estoy segura que sus nombres no morirán, que en algún lado están escritos, no solamente en mis recuerdos
María Magdalena Gabetta
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