Poema
Poetisas, poetas y vino
El día estaba gris y desolado ¿Qué podría hacer?
Algo tendría que festejar, algún suceso olvidado quizás.
No recuerdo si ese día cumplía algún aniversario,
el día que me casé, el que me divorcié, el que me volví a casar
o ese día de otoño que conocí a esa poetisa rubia que me mató.
Me acompañaban mi gato, compañero de años,
y un diario ajado de algún domingo pasado;
en el aire tangos y milongas en acordes de Piazzola
y desesperada, buscando libertad, una mosca en la ventana.
Pensaba yo en cruentas batallas ganadas
y alguna, sin razón ni consecuencia, guerra perdida.
Quería escribir, creo que podía, pero letras no había.
Quería beber, sed tenía y vino, sí había.
¿Pero escribir sin letras y beber solo? ¡Nooooo!
De repente ruidos, risas y la música del ding-dong,
a pesar del día gris venían llegando visitas inesperadas...
Venían llegando poetisas jóvenes con vestimentas de moda
y otras con atuendos más formales y con más años escritos.
Algunas llegaron aladas cual golondrinas en ráfagas de viento,
otras montadas en veloces corceles de cuatro ruedas
y unas cuantas con ropa mojada, fatigadas caminantes.
Venían también, poetas jóvenes ansiosos de verso y besos
y otros viejos con canas, pero con inquietudes nuevas,
mostrando nuevos romances enredados en las barbas.
Algunos con pluma en ristre y escudos de pergamino,
otros con lápiz de grafito y hojas arrugadas, de papel gris,
cuatro o cinco con lentes de aumento y una tablet bajo el brazo
y más de algún "avispado", con algo para acompañar el vino.
No quise preguntar que aniversario los traía,
aunque no hubiera nada que celebrar ¿Qué más podía yo pedir?
Llegaron poetisas y poetas a regalarme poesía,
con voz clara a recitar, cantar y conversar,
y acompañarme a descorchar las botellas que esperaban,
ya que por el andar del camino, llegaron todos con sed;
sed de buen vino, hambre de escribir y ganas de vivir.
Y escribimos.
Escribimos, recitamos y cantamos,
a lo bueno de la vida y a lo malo del camino,
a lo oscuro del destino y a la luz del nuevo día,
a lo amargo del desdén y al dulzor de los besos.
Matamos la sed, revivimos esperanzas truncas,
y con un ¡Salud! reanudamos la amistad perdida u olvidada.
Entre trago y trago amamos las letras y los versos
amamos las cepas de las vides, también el color del vino.
Brindamos por Alfonsina, por Neruda y por Cortázar,
por la tinta, el papel, la pluma, el teclado y el abecedario.
Luego brindamos por la vida, la prosa y la poesía,
los hombres por las mujeres, las mujeres por los hombres
y todos por el presente, el futuro incierto y el gran amor.
Luego acariciamos el lomo de mi gato compañero,
y abriendo la ventana, sin importar la lluvia y el frío,
a la mosca prisionera le regalamos libertad.
Incluido en libro: Simplemente el viento
©Derechos Reservados.
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