Corría el año 1990. El menemismo se encontraba aún en sus fases iniciales, la selección argentina acababa de salir subcampeona en #Italia90 y la TV asistía al fenomenal éxito de “Amigos son los amigos” con Carlos Calvo y Pablo Rago como figuras estelares.
Esto que voy a relataros ocurrió en aquellos días. Muchos lo consideraban una leyenda urbana, con el tiempo adquirió el mito de creepypasta. Ahora, casi treinta años después, muchos consideran que se trató de un hecho real.
Dicen que Carlos Calvo estaba grabando el programa en algún estudio de Telefé. Burlando la seguridad con gran habilidad y seducción, una mujer muy bella, elegantemente vestida, de no más de veinticinco años, llegó hasta el camarín de “Carlín”.
- Hola Carlín. Espero te guste mucho esto – y la mujer le entregó un regalo al actor – es un obsequio, por favor, me dedicas un autógrafo.
- Por supuesto, ¿Cómo te llamas?
- Mi nombre es Lorena. Espero disfrutes mucho este regalo.
A Calvo le llamó la atención esta situación. Creyó reconocer a la mujer. Sentía como que la había visto en algún lado. Extrañado, agarró el paquete y lo abrió, ya dentro de su camarín.
Para su sorpresa, era un Queso, un gran Queso Pategras, de esos de cascara roja. Calvo se extraño al recibir el regalo y más sobre todo cuando vio la tarjeta que Lorena le había dedicado.
“Para Carlos, el Quesón, el mejor de los Quesones, este Queso”.
“¿Queso? ¿Quesón? ¿Cómo sabe esta mujer…humm?” comenzó a pensar Carlos. Por alguna razón dejó el Queso sobre la mesa y algo le decía que no debía comérselo. Se fue a grabar.
Mientras estaba grabando, Gustavo Yankillevich, director de Telefé, lo notó medio desconcentrado a Calvo y le dijo:
- ¿Pasa algo Carlín?
- No, nada, sigamos.
- Algo te pasa.
- Es que hoy una fan vino y me regalo un Queso.
- ¿Una fan? Ja, ja, estamos en 1990, se dice admiradora.
Dos operarios entraron al camarín de Calvo. Uno se llamaba Carlos Alberto Fortunato y el otro, Juan Carlos Lopez. No pudieron resistirse el ver el Queso ahí…
- Este Calvo dejo este Queso. Hay que comerlo.
- Sí, debe estar riquísimo.
Los dos, como desesperados, comenzaron a comer el Queso. Justo pasaba por ahí Pablo Rago, y vio como los operarios comían el Queso. Comenzó a correr al set de la grabación, e interrumpió la misma, diciéndole a Calvo:
- ¡Estan comiendo el Queso que te regalaron!
- ¿Quiénes?
- Carlitos Fortunato y el Juanca Lopez.
- ¡Noooooo! – gritó - ¡Ese Queso puede estar envenenado!
Todos fueron corriendo al camarín. Pero ya era tarde: Fortunato y Lopez estaban muertos. Efectivamente el Queso estaba envenenado. El informe forense fue lapidario: cianuro y arsénico en grandes dosis. Los dos infortunados operarios seguramente comieron apenas un trozo del Queso y ya cayeron muertos.
- Intentaron asesinarlo señor Calvo – le dijo el Comisario Miguel – hay dos hombres muertos en su lugar. Describame a la rubia.
- Ahora la recuerdo. Dijo llamarse Laura, era igual a…
- ¿A quien?
- A Ana María Perez.
- Esa era la diseñadora de modas que fue salvajemente apuñalada hace unos meses y sobre su cadáver, había un Queso.
- ¿Sí verdad? – dijo Calvo como tratando de esquivar el tema.
Pasaron unos días. Las autoridades de Telefé se encargaron de tapar el asunto. Y ni siquiera Lucho Avilés, con un joven Jorge Rial en sus filas, se hicieron eco de la situación. Es que en ese entonces todos eran parte de la familia de Telefé. No así, Susana Gimenez que seguía en las pantallas de Canal 9 Libertad, en manos de Alejandro Romay.
Era una noche de septiembre de 1990, cuando Carlos Calvo, Pablo Rago, y un guionista llamado Alejandro Quesada, salía de la grabación. Una moto comenzó a acercárseles. Una chica joven muy bien vestida iba en él. Tenía guantes negros, y un revolver con silenciador en sus manos. Era Lorena. Era la asesina.
Al pasar delante de los tres hombres, la asesina disparó. No uno, sino seis balazos. Quesada justo se movió como protegiendo a Calvo, y de seis los disparos, cinco impactaron en su cuerpo. Calvo, quedó ileso, pero el sexto, rozó un brazo de Rago. Junto con la lluvia de disparos, la asesina tiró también un Queso.
Calvo, desesperado, comenzó a gritar:
- ¡Alejandro Noooo! ¡Llamen a una ambulancia!
- Amigos son los amigos. Alejandro dio su vida por nosotros.
- Esas balas iban dirigidas a mí – dijo Carlos Calvo.
Otra vez la policía. Esta vez el escandalo mediatico no pudo evitarse aunque Telefé se encargó de suavizarlo.
- Ya hay tres hombres muertos por esa asesina. Pero el objetivo era yo, era a mí a quien querían asesinar – dijo Carlos Calvo.
- ¿Porqué? ¿Acaso una admiradora psicópata? – preguntó Pablo Rago.
- Puede ser – dijo Carlín.
Dos hombres fueron asignados entonces a la custodia de Carlos Calvo. Uno se llamaba Roberto, el otro Fernando. Dicen que una tarde, Carlos, alejado de los sets de grabación, estaba descansando en su departamento. Al despertar de la siesta, llamó a los custodios. Ninguno contestó.
Calvo se levantó entonces asustado y para su sorpresa, los dos custodios estaban muertos. Cada uno tenía un balazo en la sien. Sobre cada cadáver, un Queso Mini Fymbo.
De repente, se abrió la puerta del baño, y del mismo, salió Lorena, la asesina, apuntando a Carlín con un revolver con silenciador.
- Hola Carlín. Dos hombres inocentes más han muerto por tu culpa. Ya son cinco los hombres asesinados. Ja, ja, ja.
- Sabía que vendrías hasta aca. Sos la hermana de Ana, no?
- Exacto. La mujer a la que apuñalaste en enero. ¿Te acordas? Seguramente disfrutaste mucho mientras le clavabas el cuchillo. Después le tiraste un Queso. Ja, ja. Un Queso. Y ahora te horrorizas porque yo deseo asesinarte.
- Es verdad, soy un asesino. Soy un Quesón. El Quesón de los Ochenta. Y Ana no fue mi única víctima.
- Lo sé. Hubo dos o tres decenas de minas quesoneadas por vos. Todas bellas mujeres, salvajemente apuñaladas, con la mayoría habrás tenido sexo, después las asesinaste, y les tirastes un Queso. No se quien te protege ni porqué. No creo que sea porque seas una estrella televisiva. Debe haber algo más importante ahí. Pero esto se terminó Carlín, morirás. Si la justicia ordinaria no existe para vos, seré yo quien haga justicia.
La asesina apuntó con el revolver con el silenciador, dispuesta a disparar, y ya estaba por apretar el gatillo. Carlos Calvo se sentía indefenso y se creía perdido, cuando de repente, gritó:
- ¡Queeeeeeeesoooooooo!
La asesina se dio vuelta, y entonces Carlos Calvo logró moverse, la asesina comenzó a pensar:
- ¿Cómo pude ser idiota? ¡Pero ahora moriras Caarrrloooss!
La asesina comenzó a disparar, uno, dos, tres, cuatro balazos, pero Carlos Calvo había huído a la habitación, y en un rápido movimiento se puso los guantes negros y tomó el cuchillo.
Finalmente otra vez la asesina quedó frente a Carlos Calvo.
- Ahora sí, Carlos Calvo, no escaparas.
La asesina efectuó el disparo, pero no salió balazo alguno.
- ¡Noooo! ¡Me quede sin balas!
- La fortuna sonríe al Quesón – dijo entonces Carlos Calvo, que cuchillo en mano, lo arrojó sobre la mujer, clavándoselo directamente en el corazón.
- Queso – dijo en voz alta, mientras tiraba sobre el cadáver un Queso Pategras, de cascara roja, el mismo que la asesina pensaba tirar sobre su cadáver.
Media hora después, el procedimiento policial estaba en el departamento. Calvo inventó la historia que fue uno de los custodios quien lo salvó.
- Se mataron mutuamente, ella tiró el balazo mientras el le arrojaba el cuchillo.
Las autoridades de Telefé pusieron mucha guita para que el asunto quedara tapado. Los hechos reales han sido. Hoy se considera una leyenda urbana y es mejor que el mundo piense que es una creepypasta. |