Se agita el mármol al paso del Poeta,
se estremecen sus vetas intentando atraerlo,
pero el Poeta solo ve el polvo
que se desprende de la agrietada tierra,
la misma que otrora sostenía verdes valles
y cobijaba tupidas selvas,
la misma que hoy agoniza entre estertores,
desgastada hasta sus más íntimas raíces
culpa de la avidez inhumana
que atrapó con sus descarnados dedos,
corazones duros como el mármol,
ese mármol que vanidoso de sus vetas,
quiere inspirar los versos del Poeta.
Corazones ajenos a la esencia humana,
depredadores de su propio mundo,
invasores con bolsillos llenos y mentes vacías,
dónde solo hace nido el apetito enfermo,
del dinero y el ansia de poder
que los demoniza.
Camina el Poeta y su mente llora,
ya no puede escribir versos de hermosura,
ni cantarle al amor en noches de luna,
es demasiado el dolor que a su alrededor percibe,
al ver a sus hermanos sumidos en la mendicidad,
temblando ante la sombra del hambre que acecha,
cual cruel verdugo de la humanidad.
Penando por el bosque desbastado,
la semilla no sembrada,
la sequía o su fase inversa,
esa inundación que todo arrasa
llevándose sus sueños tras de ella.
¡No puedo ver el mármol hermano!
¡No puedo ver la luna, el sol, ni las estrellas!
Gime en su lamento el Poeta,
no puedo ver porque el polvo
de la tierra que día a día se despedaza
entra por mis ojos, invade mis poros
y me hiere el alma.
Sufre el Poeta por la tierra,
y la tierra sufre por el Poeta.
María Magdalena Gabetta
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