Voy caminando lentamente
por la orilla del mar.
Al girar la vista atrás,
veo que Machado tiene razón;
tranquilas olas borran mis huellas
que nunca más volveré a pisar.
Aún estan las farolas encendidas
y me siento sobre la arena.
Asignatura pendientes de
pintores, fotógrafos y
poetas, incapaces de transmitir
este fenómeno de la naturaleza.
Porque cada día toma diferentes
luces y colores.
Del negro pasa a azul turquesa:
en el horizonte veo una línea
anaranjada que va creciendo
despacio hasta el cielo.
Minutos más tarde, sale sol
blanco con su corona ámbar
que tiñe el mar de color
marrón oscuro.
Baile de contraste de colores
pues las nubes adquieren tonos
Grana y añíl.
Escucho la llamada del mar.
Penetro, nado y buceo.
Todavía está oscuro,
pero distingo un banco
de peces, una medusa que
pasa sin picarme, un cangrejo
buscando su comida, un erizo,
algas flotando...
maravilloso mundo
submarino, de no haber
observado bolsas, cucarachas
y tenedores de plásticos,
móviles viejos, muebles
rotos, hasta baterías de
coches gastadas, basura
humana extendida en
el lecho marino.
Subo a la superficie,
me tumbo boca arriba
y medito,
soy libre,
desnudo
sin prejuicios morales
establecidos,
en un lugar que no conoce
aduanas ni fronteras,
ni leyes ni jueces,
ni república o monarquía,
ni de derechas o izquierdas,
ni católicos ni protestantes,
ni vencedores ni vencidos,
ni ricos ni pobres,
ni homosexuales ni lesbianas,
ni...
Sólo soy una persona que
tengo que cuidar la tierra.
Mí único hogar.
Nado hacia la playa
pensando volver otro dia,
para grabar en vídeo y
demostrar hasta qué
punto puede llegar
la estupidez humana.
Regreso a mi rutina
diaria.
Al volver la vista atrás,
veo las huellas de mis
pisadas.
Pero dejaré al viento
y la acción del hombre
que hagan su misión.
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