Acaecía la mañana tenue sobre los hombros desnudos, el cuerpo abandonado disecado a la soledad tempestuosa, se desequilibran los sueños, y empiezan las historias de los porque, de tan joven ímpetu fue desmoronado.
Lentamente pasan las horas las ropas negras marcan una fila armónica, los rostros tristes esperando respuestas para la tranquilidad, el morbo del corazón.
En la morgue la navaja trabaja inútilmente, aúlla la piel, desangra hilos de interrogantes. La cabeza ausente, mutilado el sexo, la sensación nauseabunda de lo inexplicable...
Resto de inviernos, polvo sucedáneo, del entierro profundo...
Una cajón pequeño los restos impávidos, de un mañana sin salida y de testigo solo el odio y la mente enferma de nadie que no quiere ser algo, alguien...
El sepelio mudo, silencio perpetuo, las caras asustadas, acusadas.
El cementerio cubierto de rosa rojas y claveles blancos, sus favoritas, anidan olores para cubrir la podredumbre de un cuerpo abierto, como la camisa desgarrada...
Dudas disipan el quiebre entre tantas vidas...
Dudas... dudas, dudas, dudas, dudas, se siembran tras la casa de los cuervos negros, de ojos grises perdidos...
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