"Eres un amargado". Eso pienso que me dicen.
No me gustan las fiestas, ni los bailes, ni las ceremonias de matrimonio o de titulación. Sobre todo si son mías. Prefiero simplemente tomarme un vino y dormirme una siesta.
Los simbolismos ya no me llaman la atención. Ni los anillos, ni los saludos de cumpleaños, ni los souvenirs al volver de un viaje. Si algo me dese regalar, que se su amor en forma de pastel o algo que se pueda degustar.
No es que ya no tenga subjetividad. Pero mis placeres ya son algo netamente sensorial. Cualquier cosa que afecten los 5 sentidos de mi cuerpo, algo me va a provocar. Suena fácil, pero desde los 22 años que ya nada es igual.
La vida que llevaba ya no causa las mismas emociones. La música, la poesía y cuanta cosa artística llena de metáfora, son ahora la cucharada de azúcar que evito agregarle a mi té por la mañana. No sé si tengo que explicarlo. Quizás debería. Quizás alguien desea que lo haga, para no quedarse con la duda, como yo en mi pasado.
No quiero irme en la rama. Lo evito ahora y soy claro. No me gustan los simbolismos, ni las medallas ni los premios.
Me gustan las acciones, los gestos, las sensaciones compartidas.
Una mirada, y ya está. No hay para que ponerle tanta letra.
Un beso y disfrutar. Gózalo hasta que el último nervio del cuerpo esté siendo activado. No hay para que ponerle estremecimientos, ni temblores, ni derretimientos. Hacen que pobres niños y niñas sufran aún más sus decepciones en el primer beso.
Bueno, ya pueden ir entendiendo porqué el título de este texto. Traté de hacerlo lo mas breve posible, sin rodeos. A veces corto mucho las historias. Pareciera que les quitara emoción, pero fuera de las letras, la vida siempre es mas intensa de lo que una palabra o frase puede decir. Así que imaginen lo amargado que puedo ser. |