Me duele este devenir de horas
sin sustento.
Este viento de otoño que me acomete
con ráfagas de ausencia.
Este vivir sobreviviendo
el día a día,
envuelta
en una bruma y helada indiferencia
que no reconozco mía.
No soy yo la que cada día
se levanta sin analizar lo que sucede,
sin siquiera pensar que hoy
será otra vez igual que ayer,
idéntico a mañana.
Fríos amaneceres de cama solitaria,
oscuras noches sin compañía,
en este otoño invasor y no deseado,
que llegó para no irse
de mi vida.
No más aroma a café en la cocina,
diarios sobre la mesa, humo de cigarrillos,
ni miradas a dúo por la ventana,
adivinando como será el nuevo día,
con la rutinaria, magnífica y nunca valorada,
sensación que brinda
una primavera compartida.
Nada de eso en estos días de silencio,
Nada de eso en esta sucesión de grises,
Nada de eso en el día a día,
sólo esta extraña indiferencia
que me acomete como viento de otoño,
empañando los cristales de mis ojos
con una lluvia monótona y fría.
María Magdalena Gabetta
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