Alto, pero no imponente, los hombros un poco caídos, como llevando una mochila en su espalda. Son sus tres hijos que aun no se independizaron y viven a costillas de su padre.
Sebastián es asesor, de algo o de lo que Ud. y nosotros necesitamos para gestiones en general. Su rubro es amplio.
Además tiene otras cualidades, que son las de animar fiestas sin que se lo pidan, su voz estentórea y su risa contagiosa, inundan los locales de inauguración, predestinando a dicho establecimiento a un rotundo éxito.
Es que Sebastián es muy histriónico, es generoso, sutil, y muy mentiroso.
Sus amigos lo adoran, y tiene una caterva de amigos infernales, no por muchos sino por calumniadores, malos tipos y estafadores, a los que les vendría bien una temporadita en el infierno.
Hoy es la inauguración de la barbería de la calle Rivadavia. Hay comensales, hay vituallas, hay luces multicolores, hay fiesta.
Desde afuera se ven los globos de colores rojos y blancos.
Los transeúntes no pueden sustraerse a su estridente música.
Sebastián hizo las gestiones y asesoro a su dueño para abrirlo.
Ahora está con unas señoras de los más finas y distinguidas que hablan de sus cruceros por Miami y El Caribe. Las alhajas y las joyas fulguras en sus cogotes y en sus muñecas. Son gordas y no tan pacatas.
Los peinados con trenzas cocidas, los colores de los cabellos variados. Algunos verdes, azules y violetas, una amplia paleta de colores.
Yo sirvo a los invitados con canapés varios, y en un momento preciso veo como una de la señores, abogada, desliza en el saco de Sebas, una tarjetita. El la toma y se ríe. Paso de nuevo por los comensales y otra que tiene un peinado hecho para tal ocasión, y en su dedo un anillo de oro de Swarosky (los vi en la tienda), toma una empanada de mi bandeja, le coloca otra tarjetita en su otro bolsillo, con pícaro ademán.
En un rincón Sebastián me mira, disimuladamente y me dice al oído, susurrando:
_Estas se creen que van a estar conmigo, pero hoy vos vas a ser mi vos mi plato principal.
Me saco el uniforme de camarera y por una noche me siento, penosamente una de sus elegidas.
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