Es tarde y no puedo conciliar el sueño. Me asomo a la ventana mientras oigo chasquear la madera al unísono de la lluvia huracanada. Es una oscura noche sin estrellas palpitantes y me siento como si el cielo estuviera a pocos metros de mí. "¡Qué noche y que sensación tan mágica!" Hasta me da la impresión de divisar a mi pobre madre corriendo por el encharcado sendero, con su camisón de cuando era niña, ¡Qué recuerdos!...Me habrá contado esa historia, la de su camisón, tantas veces...Pero, es una angustia horrible que ahora permanezca encerrada en su cuarto sin apenas más de una hora al aire libre, enclaustrada. A menudo me pregunto cuál será el motivo que la habrá introducido en este negro laberinto y por qué no hace nada por salvar su alma desdichada. Es un gran esfuerzo pues ya sabemos todos que un laberinto es la mínima parte de otro laberinto, y de otro, y otro...Las puertas de su amor se obstruyeron hace ya muchos años, por más que lo intento no soy capaz de hacerla volver a lo que era antes, mi mamá...un momento, ¡Sí, es ella!
Sin apenas cavilar en nada cogí las llaves de casa y partí despavorida en su busca. Cuando por fín la alcancé después de una agotadora y salvaje carrera, agarré con fuerza su brazo y la llamé:
- ¡Mamá! ¿por qué corres? ¡Es muy tarde y no debes coger frío! ¡Vuelve conmigo a casa!
- ¡¡Déjame!! -entonces me sacudió con fuerza, haciéndome caer súbitamente en el barro.
A medida que me iba poniendo más nerviosa e histérica una poderosa y extraña fuerza recorría todo mi ser. Me levanté. Reanudé mi carrera de nuevo. Cuando estaba a mi alcance la empujé haciendo que se sentara rápidamente en el camino. Ambas comenzamos a llorar y a lamentarnos de nada. Las lágrimas apenas me dejaban ver y me escocían los ojos. Advertía mi cara como un volcán que demanaba ácido el cual ensangrentaba mi mejilla. Me acomodé sobre mis rodillas frente a ella y comencé a mirar a mi alrededor. El único árbol existente se fundía con el cielo convirtiéndose en frondosas y negras sombras. Aparté la mirada y con miedo miré de soslayo la penumbra que me aterrorizaba. "¿por qué reniegas de tu ser humilde y abandonas a la gente que te ama, que te aprecia? Desprendes una triste melancolía en tu mirada. ¿Qué te está pasando?"
- Vaya, vaya...Ahora se nos pone filosófica. ¡¿Qué pasa?! ¿No puedo ir a dar un paseo por la noche? -dijo con voz sarcástica mientras se empapaba en lágrimas.
- Mamá, mi mamá...¿por qué lloras? Yo te quiero. Tu angustia me invade como una avalancha de afiladas cuchillas ¿Por qué no me lo cuentas?
- Eres una ingrata niña. Yo a tu edad jugaba con las mmuñecas y no me entretenía con la vida de los mayores, así que déjame en paz. Vete a dormir, prefiero que no me hables.
- Soy adulta madre. ¿Acaso no soy digna de tu confianza? ¿crees que no lo comprendería? ¿eso crees? Por favor, he estado dentro de tí ¡¡Soy tu hija!! Te puedo ayudar y no permitiré que agonices voluntariamente. Si no te puedo ofrecer hechos o algo material te daré mi apoyo, mi cariño.
-¿Tú? -soltó una estrepitosa carcajada mientras sollozaba desconsoladamente. Sus ojos apenas se veían por el hinchazón.-¿Vas a salvar el mundo también? -otra vez carcajeó de forma tenebrosa.
- No desprecies mi devoción por tí. Si no lo cuentas te causarás la miseria. Desdicha de amor...-me abalancé sobre ella y la abracé con vigor sintiendo entonces un calor embrujador, pero me apartó de su lado. Una vez más caí en el barro. -Nadir podrá sustituir mi adoración por tí. Mi apego. No quiero que estés así. te ofreceré y conseguiré después todo lo que ansíes, el mundo, el paraíso tan codiciado por la humanidad. Paraíso de afecto que vencerá al infierno del desprecio. Enorme halo de lealtad, de comprensión...
- ¡Psé! Superwoman -murmuró- No quiero nada de tí.
- No te creo -dije dándole un revés-. no me rechaces o moriré. Me hundiré junto a tí en la tierra del desamparo y la catástrofe. En la pesadumbre. La pena me consumirá. No lo resistiré. Te amo demasiado. ¡Deja de compadecerte y llorar! Afrontemos los males juntas. Mamá, mamá, ¡Mamá!
El silencio nos invadió de repente mientras nos mirábamos fíjamente. En un ataque impulsivo ambas nos enlazamos en un abrazo fuertemente. Noté cómo las saladas gotas de aflicción resbalaban por mi frío cutis y reposaban en su hombro hasta perderse en la ropa mojada por la lluvia. Lloramos de forma copiosa y amargamente.
Permanecimos así durante un largo periodo de tiempo. Parecía que las cosas se habían solucionado.
Tus lágrimas te destrozan madre. Mi amor...Son ya inmensas gotas de sangre. Salen dentro de tí. De mí. Vuelve madre...No me abandones en la oscura penumbra. No podré volver a tener a mi mamá. Admíteme. Acógeme.
- ¡¿Será egoísta?! ¿Quién te has creído? -dijo enfurecida.
- Admíteme mamá, tolérame estar en tu regazo, tu cálido regazo. Entonces cántame con ese dulce tono, mamá, ése que te caracteriza. Yo te quiero. ¿Pero no lo ves? Quiéreme. He estado en tus entrañas. ¡Soy parte de tí! No arranques mi corazón...
Se levantó en pocos segundos y huyó a casa como si algún terrorífico y espantoso espectro la siguiese. Espectro producido por las tinieblas más profundas. La seguí. Cuando me quise dar cuenta, las dos nos habíamos acostado otra vez. En breves instantes amanecería. Ya no me dirijía la palabra. Ignoro si ella estaría como yo, pero no podía dormir. Seguí mirando pues, por la ventana.
Cetrino cielo, pienso. Madre, ¿Qué te habrá sucedido? Hipocresía en tu pensar si dices ser feliz. ¿Por eso pasas los días encerrada? No lo entiendo. ¿Por qué no me querrás contar lo que te sucede si siempre hemos sido eternas confidentes la una de la otra? Quieres vivir sufriendo. Me siento tan sola desde que mamá murió en aquel fatídico accidente...Tan abandonada y desolada...¿Será por eso? Otra cosa no me explico. Pero, el psiquiatra nos prometió y perjuró que ya lo había superado. Mamá, nos has engañado. Que ya podía hacer vida normal e incluso, volver a enamorarse. Sin impedimentos. Desde aquel nefasto día, el agua translúcida brota de mis ojos cada instante, cada segundo y cada noche, pero hay que vivir con ello, superarlo. Él lo querría así. Seguro.
Ya ha amanecido, raya el alba en mis ojos dolidos por tan ajetreada noche. me ha parecido oír un ruido y me levanto de la cama. Aunque bien podía haber estado así toda la noche. En estos momentos de crisis mi mamá es capaz de cualquier cosa y yo no lo soportaría. Voy en su encuentro y veo que está en el baño.
- ¿No puedo venir aquí sin que me sigas? -dijo enojada con mirada furiosa
- Dijiste quererme y mentiste. Madre. Mamá, te amo con locura y lo sabes. -Me miró con ojos misteriosos y profundos.
- Hija, debo decirte que la languidez llama a mi puerta. Los Señores de la Noche me reclaman. La depresión se apodera de mi mente y razón. Otra vez la lluvia estúpida que empapa mi ropa. ¿Por qué deseas volver a mi corazón? Intento olvidarte y no me dejas. Déjame hacerlo. Me recuerdas demasiado a...en fin...ya sabes.
Hacía mucho tiempo que no se dirijía a mí con un tono suave, pero de pronto comenzó a reirse de tal manera que me sentí realmente asustada. Se estaba tornando en locura y daba miedo oir su risa, carcajada, de forma infernal. Salí del baño corriendo y fuí a prepararme una infusión a la vez que regresaba mi llanto. Deploraba y gemía con presteza.
Entonces, y temiendo lo peor, oí un estrepitoso grito de dolor. Creí que sería otro de sus ataques histéricos y no acudí.
Según avanzaba el tiempo lo pensaba y llegué a la conclusión de que esta vez era algo serio. Me desplacé en su auxilio...¡¡Lo sabía!! Sabía que esto pasaría algún día. Al ver aquello el mundo se me vino abajo. Pensé que una gran oleada de frío aplastaría todo mi ser. El baño. Mi madre yacía en el suelo, en semipenumbra. Las venas, abiertas. Un gran charco de sangre la rodeaba. Su camisón estaba teñido en su líquido orgánico. Ni Mefistófeles hubiera creado escena tan escalofriante.
Caí de rodillas sobre su regazo, el que no me quiso tener. Apoyé la cabeza en su insonoro pecho y lloré. Ningún movimiento se producía en su cuerpo agonizante. Entre susurros y gemidos, me dijo: Lo siento, pequeña...-¡¡Mamá, mamá...!! Cogí su cuchilla, la cual todavía estaba en su mano, e hice lo mismo que ella pues yo no podía vivir sin ella. "Iguales hasta el final" Mientras sentía cómo el filo penetraba en mí y me producía gran escozor, cómo poco a poco mi sangre se unía a la de ella, la abracé. "Tu sangre es mi sangre, tu carne mi carne y mi alma la tuya"
Esta vez no me podía rechazar...
Por fin junto a tí mamá, siento que sea de esta forma. A medida que mis sentidos se tornaban en débiles recuerdos la susurré: "Vivir sin amar es existir sin respirar" Finalmente, noté mi falta de vida. Me estaba muriendo. Cerré los ojos y quedé sumergida en un profundo y hermoso sueño del que jamás iba a despertar. Nuestro anhelado letargo. "Eternamente confidentes" Pero sin duda alguna y a pesar de esto, sé que me quería. Lo sé, lo presiento...Al igual que yo la amo. En vez de condolerme, dí mi vida por ella. Mi Vida, a cambio de su Amor.
Siempre juntas mamá...
FIN
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