En la Ciudad Prohibidísima de Teztlachiuanajatl actualmente somos tres los habitantes estables, a saber: el cura, la cabra viuda del abuelito de Heidi y quien suscribe. En este punto quiero hacer una salvedad respecto al cura y la cabra, ya que se comenta en las calles de la ciudad que son amantes.
Como usted sabe, no existe civilización que se precie de tal y que no practique la sana e imaginativa costumbre de la habladuría; pero que la cabra asista a misa vestida con medias de red negras y minifalda de cuero al tono, que embadurne sus mejillas con colorete, sus labios con rojo lápiz labial y sus pestañas con rimel violeta, no es motivo para justificar tales habladurías. Salvo por el hecho de que se sienta siempre en primera fila cruzando y descruzando sus patas y sin llevar ropa interior, o por sus constantes caiditas de ojos, o su sensual lengua recorriendo sus labios.
Se dice que esto ha motivado un gran cambio en el cura. Ahora se lo nota mucho más reverendo (y no me pregunte reverendo qué…).
A pesar de que los habitantes de la Ciudad Prohibidísima de Teztlachiuanajatl somos fieles NO creyentes, no estamos muy convencidos de ciertos cambios que el cura afirma que son perfectamente compatibles con el culto, como el cambio de su hábito tradicional de la sotana negra por una de color fucsia que le llega hasta 15 centímetros por sobre sus rodillas; así como también que durante la ceremonia haya cambiado la ostia y la copa de vino por un choripan y una jarra con forma de pingüino con vino Malbec.
O que durante la celebración de los sábados por la noche estos elementos propios del ritual se reemplacen por sushi y champagne y que en lugar del coro tradicional haya un DJ y música electrónica, mientras da su sermón bailando colgado a un caño.
No crea que tengo alguna disputa personal con el cura de la ciudad, pero sucede que no tiene códigos. A la cabra la había visto yo primero.
La población estable de Teztlachiuanajatl asciende a 144.000 seres perfectos es decir Gatos, una cifra fija y que respetamos desde siempre.
Para que nazca un nuevo ser perfecto es preciso que previamente haya ascendido al Aaru Teztlachiuanajatlense otro ser perfecto. ¿Por qué es así? En primer lugar porque no somos afectos a realizar censos y nos fastidia perder tiempo contándonos periódicamente, cuando podemos simplemente no hacer nada. Ya sabemos cuántos somos y listo, para qué complicarse.
Claro que el problema se presenta cuando nacen mellizos o trillizos. Es entonces que de no aparecer ningún voluntario que quiera ascender al Valhalla Teztlachiuanajatlense, realizamos un sorteo para ver a quién desterramos. Lo hacemos por sorteo ya que cuando se realizaba por votación como nuestra población es mayoritariamente del sexo femenino generalmente terminábamos desterrando a las más bonitas. Es que por más avanzada o atrasada que sea una civilización, las mujeres siempre serán mujeres al fin.
Concretamente la cifra de los 144.000 se debe al simple azar, porque se nos cantó la gana, y no como creen algunas sectas de esas que abundan entre ustedes que se trata de algo divino. Para divinos, geniales, inigualables y perfectos estamos nosotros los Teztlachiuanajatlenses.
Lo que nunca entendí muy bien porqué le dicen “ascender” al Valhalla o Aaru Teztlachiuanajatlense (o su común Paraíso humano para que se comprenda mejor), si en realidad está ubicado a pocas cuadras de nuestro centro de la ciudad.
No vayan a creer que tenemos algo en contra de las religiones, solo se trata de que el grado de perfección absoluta que alcanzó nuestra civilización hemos llegado al punto en que no tenemos ni creemos en las variadas religiones que pululan por el Universo y para todo gusto que ustedes aún tienen. El único motivo por el cual mantenemos una creencia es más por conveniencia que por tradición. Ya que como dioS trabaja de lunes a sábados, solo descansa los domingos y es todo poderoso, no podemos competir contra éL, ya que es una suerte de multinacional religiosa con la cual es imposible competir. Por lo tanto, de lunes a sábados nos dedicamos a tomar daikiris, a asolearnos o a jugar al dominó. Solo trabajamos los domingos cuando éL descansa, además como esos días son feriados las horas nos las pagan setenta veces siete más.
Por lo tanto, nosotros trabajamos cuando sus dioseS descansan. Nada mal por cierto ¿no les parece?
Revienten de envidia por no ser uno de los elegidos,
Nota. Actualmente solo somos tres habitantes porque el resto salió de vacaciones y tal vez estén visitando su ciudad. O tomando un café en la mesa junto a la suya.
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