Hay un jardín frente a mi ventana, no siempre estuvo allí. No sé qué sería de él si algún día dejo de mirarlo. A veces pienso que gracias al esfuerzo y dedicación que le di, me inspira alegría día a día... Es por ese motivo que lo miro.
Hemos cruzado la mirada. Este jardín tiene vida, tiene cientos de ojos que me observan día y noche.
Cuando estoy en él, puedo ver y respirar la paz. Me acuesto y miró al cielo observando en, brillante y mudo, en él se mueven las nubes, de una manera lenta y tranquila, sin que nadie las apure.
En él hay nobles árboles que me entregan de su amable sombra a mi descanso, siento que me transmiten energía que llenan mi corazón y mi ser.
En las tardes ahora hace frío, y los pájaros se acuestan en los árboles, generando una bella melodía de armonía y paz.
Mi misión es la de cuidar mi jardín con mi mirada y amor, es un pequeño mundo que me transporta, que me permite perderme en mis pensamientos.
En este lugar no importa el humo, la contaminación, el ruido de los autos, pues me permite liberarme del caos.
Aunque no siempre se sonríe, a veces llora en una expresión perenne y lánguida. Es así, como mi jardín a veces llora y otras ríe, o ¿acaso seré yo?
Ay, si yo dejara de mirar mi jardín... no existiría.
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