Amigos míos:
Tengo un compa: Secundino, joven salaz y concupiscente, dedicado casi exclusivamente a perseguir damitas que calmen sus rijos eróticos.
Pero al cumplir 30 años y ante las burlas de sus compañeros (ya casados todos) que le dicen: “soltero maduro, joto seguro”, ha decidido educarse en los buenos modales, copiar las costumbres y decires de la alta sociedad de su pueblo.
De esta manera tratar de conseguir una jovencita entre las buenas conciencias con miras de matrimonio.
Secundino, tuvo que ir a dar el pésame por el fallecimiento de un recién nacido después del parto. En el panteón quedó asombrado de que mientras caminaba el cortejo, echaban cuetes al cielo.
—¿Por qué los cuetes? —preguntó.
—Para abrir la gloria y que el bebé entre directamente —fue la respuesta de uno de los dolientes.
Oyó al padrino del niño de una manera gentil consolar a la mamá:
—No llore comadrita, piense que su hijito ya está en el cielo rodeado de angelitos, encueradito en una nube con sus alitas y toca el arpa en alabanzas a nuestro Señor.
—Gracias compadrito, que imagen tan bonita.
Al poco tiempo nuestro héroe fue al velorio del abogado Eufrasio, alias el gordo, de 75 años. Quiso desde luego hacer gala de su oratoria y le dijo a la viuda, una señora aún potable de 50 bien conservados años:
—No llore mi querida señora, piense que su marido ya está en el cielo, en una nube, encuerado con grandes alas, no toca el arpa porque se lo impide su “panza cervecera”, pero, con una flauta toca alabanzas al Señor.
¡Oh, qué incomprensiva es la naturaleza humana! De inmediato fue “puesto de patitas en la calle” por un grupo de asistentes.
|